Siamo
due solitudine unite in coppia verso la cima (Somos dos soledades unidas en
pareja hacia la cima. (Nives Meroi. Non ti
faro aspettare)
El Chorrillo,
22 de octubre de 2018
Anoche terminé mi estadía en el Kachenjunga, donde
curiosamente, dicho sea de paso, me encontré con Carlos Soria (Carlos en el Kachenjunga) que en el
campamento base era vecino de Nives Meroi y Romano Benet. La Grande Madre, cuenta Nives, después de haber creado todas las cosas
sobre la Tierra, el mar y el cielo, creo a nuestros progenitores de la pureza
eterna y de la nieve sagrada del Kachenjunga; y luego los hizo descender para
vivir, prosperar y expandirse por toda la tierra encantada que yace en el
vientre de la Montaña. Esto cuenta la leyenda de un pueblo nacido al pie de
la montaña. El Kachenjunga baña sus bosques y llena de plantas y animales sus
tierras. Ellos son los hijos de la cima nevada y por tanto son el espíritu de
los árboles del bosque, el espíritu de las rocas y de la montaña; ellos son los
pájaros y el río. Ellos creen que cuando mueren sus almas retornan a la montaña
de la cual han sido creados.
Esta mañana retomo el contacto con esta cima y con la
historia de Nives y Romano que narra en su libro No te haré esperar (No ti faro aspettare). Pero esta mañana debo de
estar con un ojo en la vida de esta pareja y otro en mi nieto Manuel que
pretende que le siga a través del túnel que ha hecho con todas las sillas que
ha encontrado en la casa. Mi nieto no para. Hoy, después del desayuno, le he
fabricado un coche con ruedas de rodamientos con una caja de plástico. Me
recordaba aquellos patinetes que hacía de niño, una plataforma de madera,
cuatro ruedas para el soporte principal y una más en la parte delantera donde
se instalaba un manillar, un bólido con el que bajábamos la cuesta de la
avenida de Portugal a toda pastilla. Con el coche ha tenido entretenimiento
para toda la mañana. Buelo, tren, me
llama Manuel, y el abuelo tiene que dejar la escritura y hacer de maquinista de
la general con un nieto a las espaldas a lo Buster Keaton porque el pequeñajo quiere
que el tren chifle y haga tracacatrá, tracatrá.
Leí en algún lugar que el cerebro está hecho especialmente para escuchar historias. Debe de ser verdad. Mi cerebro se alimenta desde hace más de un mes de historias, historias de montaña en mi caso. Y es que sucede, como decía el otro día Francisco Sánchez, que los libros se enredan unos con otros como las cerezas en una cesta y cuando te quieres dar cuenta unos te van llevando a otros enredadas sus historias alrededor de un alma solitaria en ocasiones, una pareja de alpinistas como Nives y Romano empeñados en subir las grandes montañas en estilo alpino con sus propios recursos, una personalidad como Hermann Buhl o en último momento una joven poeta, Míriam García Pascual, que en la pared del Gran Capitán en el Yosemite, sobre el Dihedral Wall, nos habla de un sapito o unos polluelos que ocupan una fisura que ella debe utilizar para superar una largo de extrema dificultad, una alpinista que habla con las chovas y les cuenta su vida.
Leí en algún lugar que el cerebro está hecho especialmente para escuchar historias. Debe de ser verdad. Mi cerebro se alimenta desde hace más de un mes de historias, historias de montaña en mi caso. Y es que sucede, como decía el otro día Francisco Sánchez, que los libros se enredan unos con otros como las cerezas en una cesta y cuando te quieres dar cuenta unos te van llevando a otros enredadas sus historias alrededor de un alma solitaria en ocasiones, una pareja de alpinistas como Nives y Romano empeñados en subir las grandes montañas en estilo alpino con sus propios recursos, una personalidad como Hermann Buhl o en último momento una joven poeta, Míriam García Pascual, que en la pared del Gran Capitán en el Yosemite, sobre el Dihedral Wall, nos habla de un sapito o unos polluelos que ocupan una fisura que ella debe utilizar para superar una largo de extrema dificultad, una alpinista que habla con las chovas y les cuenta su vida.
Mi interés cuando supe de este matrimonio de montañeros se
centraba en dos aspectos esencialmente, por una parte el hecho de que fueran
por libres al margen de cualquier expedición, que prescindieran de porteadores
de altura, es decir que se lo comieran y se lo guisaran todo ello en estilo
alpino y, en segundo lugar, por el hecho de que todas sus ascensiones las
hubieran realizado juntos, un punto que llamaba especialmente mi atención
porque si la vida consiste en hacer de ella un arte, hacerlo en pareja, como
quien teje un bello tapiz entreverado con los desafíos que la escalada, las
tormentas, el frío o las dificultades proporcionan, se me parecía una extraordinaria proeza,
más cuando como cuenta ella misma: “Nosotros dos no escalamos la montaña sólo
por pasión alpinística, sino también para llevar adelante nuestra alianza”. Y
no puedo dejar de incluir aquí esta hermosa cita con la que termina el párrafo:
“Nuestra unión, forjada en la tempestad y en la carencia de oxígeno en las
alturas, hecha de silencios y de gestos compartidos, es de una confianza
inmensurable que no tiene necesidad de palabras”. Si la pasión por la montaña puede
llegar a los límites de lo humanamente posible, hacerlo con la compañera de tu
vida, con la madre de tus hijos, debe de ser llegar a alcanzar en la vida una
de las mayores cotas de plenitud.
Si miro hacia atrás en mis lecturas siempre me surgen pequeñas
dudas respecto a esos alpinistas que leo y admiro porque en definitiva creo que
a muchos de ellos le falta ese algo esencial que sí encuentro en la pareja
Nives-Romano. Kukuczka espera un hijo en veinte días, pero no obstante se larga
de expedición a conseguir una de sus obsesivas 14 cumbres; Kurtika es de un
nivel artístico-espiritual más cultivado que Kukuczda pero aún así es incapaz
de integrar a sus dos parejas que terminan distanciándose de él porque está tan
a sus escaladas que la familia no parece existir para él. Kurtyka se lamenta en
relación a su pareja: “¿Dónde habían quedado aquellos tiempos en los que
escuchaba embelesada mis fantasías sobre la Senda de la Montaña como método
para alcanzar la sabiduría a través de la unión con la naturaleza y la
escalada?” En cierto momento Kurtyka, cuenta Bernadette McDonald en Kurtyka, el arte de la libertad, la
situación política de Polonia, su negocio y el embarazo de Halina, su pareja,
le hace exclamar: “Es como haber caído en una trampa”. En cierto sentido,
escribe Bernadette, comprendía que su comportamiento era inaceptable y recogía
las palabras del propio Kurtyka: “Un alpinista poseído por su pasión es un
granuja, un pobre desgraciado, que se condena a sí mismo y a quienes le rodean
a la soledad y el dolor”; si bien, añade a continuación: “Y sin embargo,
escalar crea una conexión con las montañas que despierta en nosotros
sentimientos de amor”. Tal vez, pero no dentro del matrimonio, añade
Bernadette; de hecho su matrimonio quedó roto poco tiempo después.
Nives y Romano han vuelto al Kachenjunga después de haber
tenido que retirarse de las cercanías de la cumbre por una fuerte dolencia de
éste que después se decantado como un cáncer de médula espinal. Después de dos
años de penalidades en el hospital y tras recibir de un donante anónimo células
que crean un sistema inmunológico nuevo en su cuerpo, al fin se reestablece y
vuelven a la montaña. Ésta es la historia del libro, que es una lástima que no
esté traducido al castellano. Cuando terminé la lectura del libro de Goretta
sobre Casarotto, Una vita tra le montaghe,
escribí un twit a Desnivel lamentando la carencia de la versión en español;
ahora debería hacer lo mismo con este de Nives, pero no creo que merezca la
pena. Si me atengo a estos dos ejemplos, tengo la impresión que los criterios de
selección de la editorial no se ajustan demasiado bien a la calidad de la
literatura de montaña, que en ambos casos me parece extraordinaria.
El título con que encabecé estas líneas, El deseo de tocar la belleza, que
rescaté de una charla de Nives Meroi en TEDx (aquí), es otro aspecto que nutre mi
empatía con esta pareja. La oigo hablar de su ascensión al K2, de la belleza de
una arista que les subyuga, de esos breves instantes que pasaron en la cumbre:
“Estábamos solos en la montaña, la llamamos nuestro K2, no izamos una bandera,
no levantamos los brazos en señal de triunfo, simplemente estuvimos agachados
en el suelo mirando alrededor y con nuestros ojos pudimos abrazar el horizonte
y, sobre todo, fue un momento de gran claridad, era un sentimiento pacificador
porque estábamos inmersos en la inmensidad consoladora del universo y lo
miramos y éramos parte de él y en ese momento lo único que nos venía a los
labios era un agradecimiento”. La oigo hablar, tranquila, humildemente de la experiencia de
ambos en sus ascensiones y admiro esa armonía que desprenden sus palabras donde
se armoniza la pasión por la montaña, la belleza y la relación con su pareja.
Para terminar este post dejo unas líneas que escribió Nives en
un campamento base y con las que concluye su charla en la TEDx: “Ahora es de
noche y creo que nunca he visto una noche tan llena de estrellas que llueva como
un crepitar de luces. Algunas luces pequeñas y relucientes lanzan láminas brillantes
de luz, una alfombra de puntos resplandecientes como si una mano gigante los
hubiera sembrado en puñados y nosotros dos estuviéramos inmersos en la gracia
de esta noche donde juntos bailan Tierra, Luna, Sol y estrellas. Qué hermosa sería
la belleza si fuera contagiosa”.
Tus escritos unas veces son buenos otras , muy buenos y otras excelentes, esta reflexión que comparto, refleja de una manera precisa el sentimiento de la montaña y su belleza.
ResponderEliminarHe leído la documentación que existe en castellano de la historia de Nives y Romano, y estoy contigo en que es una pena que no se halla traducido a Goretta y Nives.
Para ti es una suerte que sepas Italiano, para mi una desgracia el no saberlo.
He recibido tu libro, que empezaré a leer de inmediato, muchas gracias y es una suerte tener amigos escritores.
Te cambio mi italiano por tu inglés :-)
ResponderEliminarYo estoy encantado por todas estas ventanas que me has abierto a gente que ni de oídas, dado mi alejamiento de los círculos de montaña desde hace cuatro o cinco décadas. A veces me siento un extraterrestre aterrizado después de medio siglo en este medio de la montaña.
Son tantas las veces que siento el deseo de esconderme bajo una mesa para pasar desapercibido que bueno, el saber que lo que escribo puede servir a alguien para acompañar el desayuno :-) ya me anima a no abandonar la escritura. No te olvides de seguir recomendándome alguna joya más.