jueves, 15 de enero de 2015

Del cinismo y la hipocresía en torno a Charlie Hebdo



El Chorrillo, 15 de enero de 2015

Hoy me tocó coser, un jersey que me regalaron por Reyes hace años y que andaba desbocado, uno de esos jerséis de colorines que fabrican en Nepal y que hay que cuidar como oro en paño para que, a la edad que ya estamos nos duren hasta el final del tiempo que nos toque vivir. El caso es que mientras daba puntadas ajustando un elástico en la parte de abajo, le daba vueltas a ese turbio asunto que está estos días en la cabecera de todos los periódicos. Antes de seguir y primero de todo deseo expresar la lógica repulsión por cualquier acto terrorista sea del signo que sea. Pero dicho esto veamos a dónde lleva una simple ojeada por lo que sucede en los medios y principalmente en las filas esas de mandatarios que encabezan la multitudinaria manifestación de París.




El revuelo ha sido tal y la asistencia de primeros mandatarios tan inusual que, alguien que no estuviera al tanto del asunto probablemente habría tenido que discurrir mucho para imaginar la verdadera razón de tan multitudinaria asistencia. Alguien quiero decir que estuviera al tanto de las muertes que se dan en el mundo y supiera la poca repulsa y las pocas manifestaciones que todas estas muertes han suscitado. Si esta persona ignorante de los hechos conoce las muertes que ha producido el terrorismo norteamericano, el israelí, las desgracias que arrasan el mundo y sabe que todo ello ha generado una liviana reacción de Occidente, al aterrizar en París y encontrarse con toda esa movida lo menos que podría imaginarse es que alguien ha lanzado una bomba atómica y ha causado varios millones de muertos. A este desinformado y supuesto personaje le bastaría recordar que el millón doscientos mil asesinatos de los estadounidenses en Irak no produjo tal alboroto, para fundamentar la gravedad de lo que pudiera haber sucedido en París.

Sin embargo la realidad está ahí. ¿Por qué esta reacción tan desproporcionadamente asimétrica ante hechos calamitosos, indiferencia ante cientos de miles de muertos y precipitada manifestación ante una veintena de fallecidos? ¿No nos damos cuenta de lo que esto significa, del desprecio que implica hacia las calamidades sufridas en el mundo musulmán toda esta, y por supuesto justificada, movida en el corazón de Europa? La cuestión es esa, que Europa es intocable, pero que fuera de Europa, allá ellos, que les den por culo, les importa un bledo.

Ciudadanos de primera, ciudadanos de segunda, de tercera y, por último, ciudadanos basura, eso es lo que hay. Los ciudadanos asesinados estos días atrás sin lugar a duda pertenecen al primer grupo. Junto a ellos, por ejemplo, ciudadanos basura son todos aquellos, un millón doscientos mil iraquíes (no me canso de repetirlo) que el terrorismo de los Estados Unidos ha abatido durante todos estos años. Y aquí hay que decir que hasta la Real Academia de la Lengua parece alinearse al lado de los terroristas de cuello blanco y corbata cuando define terrorismo como "Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror", es decir que para que sean actos terroristas deben ser ejecutados con la finalidad de infundir terror; deja fuera de esa definición la sucesión de actos de violencia que producen terror. Ya dejó claro María Moliner que la sutiliza del poder dominante para definir los términos en nuestro idioma puede llegar a una infamia, en este caso infamia torticera con el fin de eludir responsabilidades en los magnicidios que el poder comete. La obviedad de que el país más terrorista con mucho en toda la historia de la humanidad es Estados Unidos, podría, según la definición de la RAE, quedar exonerada de tal calificación dado que su violencia produce terror, pero su intención no es producir terror (que ya se produce él por sí solo) sino controlar los pozos de petróleo y enriquecer ad infinitum a determinadas empresas estadounidenses. Son ciudadanos basura, por omisión, desde el punto de vista de los mandatarios que encabezan la manifestación de París también los que son asesinados diferidamente por un gobierno que en España no suministra una medicina a enfermos de Hepatitis C dejando que se mueran impunemente. Son ciudadanos basura la gente que muere en las pateras y que apenas ocupan unas pocas líneas en las páginas interiores de un periódico; son  ciudadanos basura los desahuciados que encontraron la muerte como consecuencia de la actuación criminal de los bancos; son ciudadanos basura, sí, esa anciana mayor de ochenta años de Vallecas que, bañada en lágrimas y arrastrada por la policía abandonaba lo que momentos antes era su casa; son ciudadanos basura los que el gobierno con sus nuevas medidas laborales ha condenado a vivir en la miseria o en el paro; son ciudadanos basura los tres millones de niños españoles que sufren deficiencias nutritivas; son ciudadanos basura los palestinos. En Grecia ciudadanos basura los hay por todos los rincones del país, y la Troika incentiva su aumento respaldando con toda su fuerza a los fondos buitres en un continuo austericidio. Hace un tiempo la policía sudafricana acribilló a balazos a un grupo de huelguistas negros. Aquello ocupó un pequeño espacio en las primeras páginas de los periódicos a lo largo de un día, después nada se supo. Está claro, las clases dominantes, las que controlan los medios y el poder político hacen una selección sesgada de la realidad y la manipulan en su interés. ¿A quién le puede interesar la muerte de unos "putos negros" que molestaban con su huelga a alguna multinacional que obtenía pingües ganancias con los diamantes?

Bien, asumido quien es quien, resulta perfectamente razonable lo que vemos en París. ¿Habéis observado alguna vez semejante movida para protestar por el millón largo de asesinatos, por el terrorismo de Israel en la franja de Gaza, por las calamidades que el terrorismo financiero produce en todo el mundo? ¿De qué habla esta gente, qué nos dicen con sus gestos? ¿La desproporcionalidad que existe entre la muerte de veinte personas y ese millón largo no cuestiona a nadie, las muertes diarias de enfermos de Hepatitis no cuestiona a nadie? ¿Somos ciegos, gilipollas, imbéciles de solemnidad incapaces de ver en esto una ostensible manipulación de la realidad? El otro día en La Sexta, Carolina Bescansa, harta ya de las sandeces de Inda, mandaba a éste a ese rincón de pensar que nos recordaba nuestro paso por los primeros años de la escuela primaria. Algo así estamos necesitados todos nosotros para que lleguemos a ver la realidad con un poco de objetividad dejando de extrapolar "nuestra realidad" como si ésta fuera la que ha de regir el mundo entero sin tener en cuenta la realidad de los otros.

Es obvio que es inadmisible un acto terrorista como el que ha tenido lugar en París, pero ¿con qué vara medimos en Europa, qué intereses y qué sentido de la igualdad esta gente ampara con sus actos? ¿No es ello la confirmación de que aquí la única verdad es la de los vencedores, la de los usurpadores, las de los terrorista de cuello blanco y corbata que confirma que lo que no son ellos mismos, nuestro bienestar occidental, nuestras ganancias, nuestras particulares religiones no es más que pura bazofia que hay que combatir hasta su extinción?

Y todo ello sin hablar de eso que dicen defender: la libertad de expresión. Risas da ver a ese individuo de mirada melíflua, memo al servicio de todos los que controlan el contarro, Rajoy creo que se llama tal engendro, hablar de libertad de expresión mientras intenta seguir gobernando sentado sobre una ley mordaza. El cinismo y la hipocresía corre indiscriminadamente por nuestra patria confundiendo el sentido común y el significado de los vocablos que usamos.


Y ello sin hablar del necesario respeto que debe merecernos, a ateos y creyentes, lo religioso, las creencias íntimas de todos los pueblos. Es infame también que se defienda una libertad de expresión que pisotea las creencias más íntimas de millones de personas sin tener en cuenta la hondura que para estas personas los dioses o sus profetas representan en sus vidas. Ideas así me parecen salidas de señoritos de bien que desprecian desde una sociedad acomodada las creencias de millones de congéneres. Que yo sea ateo no implica que yo pueda hacer mofa de lo que es sagrado para millones de personas, lo diga Salman Rushdie o alguno de esos santones que confunden la libertad de expresión con el debido respeto a las personas. Un mínimo sentimiento de empatía tiene a la fuerza que hacer imposible una burla que ataña al sentimiento religioso de los ciudadanos de este planeta. 

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