miércoles, 5 de noviembre de 2025

“Viejo” pero contento

 


5/11/2025

Hoy comienza el invierno. Primer día de chimenea. Medianoche. Acabamos de ver Los valientes andan solos; el valiente: Kirk Douglas. También esto es nuevo, el fuego de la chimenea bailando bajo la pantalla de cine. Desde que he dejado la montaña, de momento, y me he hecho hortelano/jardinero, mi relación con una vida simple ha cobrado una relevancia que en absoluto esperaba. Ya había practicado durante todo el verano esa vida simple. Alabanza hice de ello en muchas ocasiones en mi diario de los caminos, pero lo que no esperaba era una continuación como ésta. Abandonar cualquier dependencia externa, ahora mucho más desde que me he encerrado en el prístino mundo de mi mismidad en donde no llega el trajín de las redes sociales y lo que pasa en el mundo lo recibo con cuentagotas; sin dependencia externa y sin las ataduras de lo que acostumbro hacer –sin más esas salidas semanales a la montaña que llevo practicando desde hace tantos años–, todo ello una liberación, está haciendo posible que haya podido dar suelta a esta inesperada pasión que me vincula con la tierra, los animales o las plantas.

En las rutinas del hombre solitario se ha inaugurado un nuevo calendario que tiene que ver con las épocas de siembra, los cuidados de la tierra, los sistemas de riego o el cuidado de los árboles. La soledad, le sucedía esta noche a Kirk Douglas, se lleva dentro como se llevan los riñones o el bazo. El solitario hace incursiones en la sociedad, en el mundo de los otros, pero llega un momento, cuando ésta se hace de nuevo muy patente, en que brota como una preciosa flor que recordara la esencia de su ser. Hoy Victoria me pasó una entrada que el amigo Muñiz había publicado en el guasap de un grupo, en el que ella participa, que trataba de contextualizar los males que lleva consigo ir cumpliendo muchos años. Eché un vistazo. En el texto se decía: “No estás enfermo (tantas dolencias que se nos vienen encima con la edad), estás envejeciendo. Días atrás, Carlos Soria, de vuelta de su ascensión al Manaslú, declaraba en alguna emisora que hasta ahora no se había dado cuenta de que tenía ochenta y seis años. Un toma de conciencia bastante tardía, pero que asume la realidad del deterioro que se va produciendo con la edad. Algo universal que vale tanto para un coche, un árbol o cualquier animal. Un proceso lento de lo más normalito. La lectura del texto que compartía Muñiz producía la sensación de estar oyendo a alguien que quiere quitar marras a los males de la edad poniendo en su sitio estos males, es decir, nada muevo en el frente, todo perfectamente normal… estamos envejeciendo. Eso es todo.

El texto va dirigido a asumir y a hacer tragar la píldora de la edad con un poco más de benevolencia, sin embargo ¿qué pensar cuando un amigo te dice, o yo mismo pienso, que es la madurez con todos sus posibles males la mejor época de la vida, que no cambiarías en absoluto tu vida de la madurez por los mejores años de la juventud? La experiencia acumulada a tantos niveles, los libros leídos, las reflexiones de toda una vida, los estudios, las relaciones vividas… todo ello puesto a tu servicio, como quien te ofrece en las manos un precioso tesoro. Me gusta la expresión experimentar con la vida, que tanto vale para referirse a las aventuras vividas como a la experiencia de la paternidad, como aquel que ha vivido insólitas aventuras, como a lo que has creado con tus propias manos. Cuando uno ha experimentado con la vida, ha hecho de ella una pequeña aventura, ha forjado proyectos, puesto en la práctica sueños. Todo esto es patrimonio de la edad madura, no agua pasada que no mueve molino; todo lo contrario, constatación de un existencia, miel en los labios la propia existencia.

Sin embargo, y sumado al valor de lo ya vivido, están las expectativas, los mundos que se nos abren y que tienen que ver con la absoluta disponibilidad de las veinticuatro horas del día para hacer lo que te venga en gana, que lógicamente abre una tan enorme cantidad de posibilidades que ningun otro momento de nuestra vida ni por asomo pudimos disfrutar. Quizás pensaba en ello cuando comencé a escribir este texto. Mi sensación ante las posibilidades que puede ofrecerte la vida es de asombro. Hoy, tras la comida, repantigado en la cabaña con el sol cayendo sobre mis ojos cerrados y saboreando el dulce cansancio de toda la mañana de trabajo en la parcela, pensaba en estas cosas, la edad, los trabajos que me ocupan durante la mañana, los libros que leo, el proyecto de construir una nueva huerta, de preparar algunos arriates de flores hacían me sintiera un afortunado. ¿Los males de la edad? Bueno, es cierto, no siempre uno tiene el cuerpo para estar cantando de la noche a la mañana, y sin embargo ¡cuánta música se puede sacar a los años de la madurez, cuánto gozo, cuántas inesperadas y pequeñas pasiones pueden despertarse a la vuelta de la esquina por poco que uno esté dispuesto a escucharse a sí mismo!

 


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