25/09/2025
Probablemente todas las épocas
de la historia del mundo han estado pobladas por idiotas, idiotas, los que
desperdician su vida y la de los demás en algo diferente que no sea estar a
gusto contigo mismo, en vivir en paz, en estar a bien con la gente que te
rodea, en cumplir los pequeños sueños, eso que requiriendo no excesivo esfuerzo
constituye acaso la mejor manera de transitar por los años de esta breve vida que
nos ha caído en suerte. Probablemente, pero es que hoy, en estos tiempos que
corren, los idiotas son tantos y tan numerosos, que abruman por su cantidad e
importancia. Hablo de idiotas altamente cualificados en el gremio de la
idiotez. Un ejemplo: hoy en primera página de los periódicos lo más importante
de lo que se cuece relacionado con
En Madrid sin más… ¿quién puede
pensar que pueda encontrarse en esta comunidad una idiota mayor que
Esta mañana escuchando a Petro lo que se perfilaba en esta barahúnda que es el modus vivendi en que el mundo se mueve, siempre tan en manos de la codicia, eso que llaman el Mercado y su compañero de viaje, el ansia de poder, era lamentable volver a constatar cómo el mundo está en manos de unos pocos, y cómo a esos pocos les importa un bledo el bien de la humanidad o la conservación del medio en que vivimos, el planeta Tierra. Megaidiotas obsesionados con lo único que tienen delante de las narices, como esos burros de la noria dando vueltas y vueltas alrededor de lo mismo, la ganancia, los beneficios.
Megaidiotas que como si estuvieran en la celebración de la Virgen del Rocío llevan en andas en sus mentes millones de palmeros. Hace unos días aparecía una noticia en Chrome de los libros que recomendaba Jeff Benzos, como si el hecho de ser megamillonarios les otorgara a él y a sus semejantes capacidad intelectual o moral para sugerir libros a los lectores de los medios. Son los dioses del momento, los megatodo.
Los megaidiotas controlan el mundo, a la mierda con el medio ambiente y su contaminación, que arda Roma, que mueran asesinados palestinos todos los días: y a mí qué, que una parte importante de la población viva por debajo del índice de pobreza… ¿y qué? Esos asuntos no incumben al Mercado, dios y señor de nuestra contemporaneidad. Aquí ya no planifica nadie, vivimos en la corriente que marcan Wall Street, la bolsa de Londres, los beneficios contantes y sonantes. Así lo han determinado los megaidiotas y así dócilmente, como en el cuento de El flautista de Hamelín, el mundo y sus consumidores van detrás de ellos.
Los megaidiotas y sus acólitos… como ese tal Feijoo. ¡Dios santo, qué mundo éste! Y además todos los días ocupando las portadas de los periódicos. ¿Cómo va a mejorar el mundo saturado como está por esta clase de imbéciles, imbéciles, hay que decirlo también, elevados a su condición de poder por los otros, los megatontos que les votan?
Conviene no olvidar que la idiotez está en el rango de la inteligencia; si midiéramos la inteligencia de uno a cien, el idiota estaría entre el uno y el diez, y el superdotado entre el noventa y cinco y el cien. No hay que confundir las deficiencias cognitivas con la idiotez.
ResponderEliminarTropezamos mucho con parecida piedra: el significado que cada uno atribuimos a las palabras, estén o no de acuerdo con los criterios de la RAE. Todo lo subjetivo que quieras, pero tanto la IDA como el Pato Donald son unos pobres idiotas... entre otras muchas cosas, claro. Los referentes que cada uno tenemos sobre cómo percibimos la realidad son los que dan pie a nuestro etiquetar el mundo y sus asuntos. Deficiencia cognitiva es ser un gilipollas sin remedio, por ejemplo.
Eliminar¿Sugieres que no hay que transitar los caminos por el exceso de piedras, o solamente los inescrutables caminos del Señor?
ResponderEliminarCuando no está el horno para bollos y la estupidez es la moneda corriente en este mundo que estamos creando, andarse con tiquismiquis semántico, no te enfades :-), es una opción, pero no la más real. Cuando en el lenguaje corriente decimos de alguien que es idiota en ningún momento estamos aludiendo a su bajo cociente de inteligencia. Cuando hablamos de la estupidez humana tampoco. Así que sí, ttansitemos por donde quieras, pero recuerda... a buen entendedor palabras sobran.
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