jueves, 7 de marzo de 2024

Otro feminismo, otra fuerza, otro mirar más hondo

 

Terminé uno de mis Caminos de Santiago un 8 de marzo. Tuve el tiempo justo para ducharse y salir pitando hacia la manifestación. Entonces el feminismo estaba bastante menos descarriado que en la actualidad. Era un placer corear aquello de "Libre te quiero" en medio de una multitud deseosa de una sana comunicación entre hombres y mujeres.

El Chorrillo, 8 de marzo de 2024

Con las líneas que siguen no pretendo discutir con nadie, sólo deseo aclararme. Parto del supuesto de que todo el mundo, creo que sin excepción, adquiere ideas más o menos sólidas sobre asuntos humanos de manera, más o menos, repito, inconscientemente, ideas sobre el feminismo, sobre la justicia, sobre la política, sobre los males del mundo; inconsciencia que poco a poco se va solidificando en nuestra mente hasta formar algo más o menos sólido, más o menos sólido, repito, con ocasionales adiciones de razonamiento, lecturas, etcétera. La solidez del razonamiento que pueda haber aportado a este corpus de creencias en que se han consolidado nuestras ideas, dependen objetivamente de factores tales como la presión social, “la moda”, la justificada indignación en el caso de las mujeres cuando hablamos de feminismo; sin embargo, y razono a partir de mi propia experiencia, raramente nos enfrentamos a asuntos como los expresados más arriba desde la fría consideración de razonamientos; no que a uno se le pase por la cabeza esto o lo otro, no, que nos pongamos seriamente a considerar, al margen de lo que conocemos, de los libros que leemos, de las influencias del medio y del momento, la veracidad de lo que hasta ese momento hemos sustentado.

Creo que es necesario insistir que no sirve lo mismo una intuición, un seguir una corriente de pensamiento, una reacción salida de una injusticia sin más (en el caso que voy a abordar la injusticias que sufren las mujeres al no ser consideradas en un plano de igualdad con el hombre), para a partir de ahí sostener una idea sólida. Tengo el pleno convencimiento de que cuando hablo sobre asuntos de feminismo, un asunto que me aburre un tanto a estas alturas, pero que necesita todavía en mí al menos, ciertas aclaraciones para abrirme paso en la oscuridad de sus fundamentos; tengo el convencimiento de que raramente se llega a hacer una lectura suficientemente tranquila como para, acaso de puntillas, hacer el esfuerzo de entender. Hay quien a esto lo llame presunción. Tanto monta. Es lo que pienso, y aún siendo consciente de mi posible incapacidad para expresarme debidamente. Debo confesar que en general me importa realmente poco la incidencia que pueda tener esto que escribo; de hecho estos asuntos apenas suelen interesar a unos pocos, y a muchos menos intentar comprender mis razonamientos. Lo he dicho más arriba. Me cuesta enormidad comprender determinados asuntos y una de las herramientas que uso para abrirme paso, para intentarlo, en ellos, es la escritura.

Al grano. En los usos de las tendencias del feminismo actual (entre ellas estaría mi  hija, una nuera, mi propia mujer y algunas amigas) observo un interés excesivo en leer, ponerse al día sobre esa historia enterrada, acaso por los varones, de mujeres de valor que han brillado a lo largo de los tiempos en campos como la investigación, la literatura, la música, los deportes, tantos aspectos de la creación humana. Algo así como si con esas lecturas quisieran afirmar el valor de las mujeres y la igualdad con el hombre. Y lo curioso del caso es que con esas lecturas e información parece que lo que pretenden es empoderar al sexo femenino, un hecho que según mi entender lo que hace es poner en evidencia una carencia sustancial en el sexo femenino (siempre en términos generales y considerando los imponderables) de fuerza suficiente para sobreponerse a las circunstancias adversas. Punto y aparte para ver si con los ejemplos echo un poco de luz sobre lo que pretendo decir.

Días atrás el amigo Toti, muy lúcido él, no sé si porque conoce mis aficiones viajeras o si por el asunto del feminismo sobre el que vengo hablando, me recomendó un libro titulado Viaje de Egeria. Se trata del relato de viajes más antiguo en nuestro país del que se tiene noticia, y fue escrito y hecho por una mujer, monja o “abatisa (echad una ojeada al recorrido y quedaos pasamaos. Aquí ; viaje en solitario hecho a pie en el siglo IV. Galicia, Francia, hasta Letonia, Cáucaso, Mesopotamia, Tierra Santa. ¿Cuántas son las mujeres que pudiendo hacerlo no se atreven a viajar solas? Sola en bici. Cristina Spinola dio recientemente la vuelta al mundo sola en bicicleta. ¿Escribir? Los discursos de Pericles los escribía su esposa; en literatura clásica tenemos a Safo; existen montones de grandes escritoras. ¿Alpinismo? Para mi gusto la/el mejor alpinista de todos los tiempos, sin duda, Silvia Vidal. Con Madame Curie y montones de otras grandes mujeres se podría hacer una lista interminable. Más, cada verano que paso en los Alpes, los que habéis leído mis crónicas habréis observado las tantas y tantas veces que me he cruzado con mujeres de todas las edades que atraviesan los Alpes de parte a parte en solitario. El que quiera conclusiones que las saque. Sería estúpido a estas alturas venir como San Pablo o San Agustín o incluso como el tan nombrado Rousseau a santificar la inferioridad de las mujeres; gilipollas de solemnidad son hoy no sólo los machopirulos, sino todos aquellos que puedan negar diferencias entre hombres y mujeres en capacidades que no sean la fuerza bruta y los excesos de testosterona.



Egeria, Safo, madame Curie, Cristina Spinola, Silvia Vidal, las hermanas Brontë, ¿estaban hechas de materia distintas al resto de las mujeres? ¿Por qué ellas fueron capaces y el resto no? Dificultades… ya… Silvia Vidal cuando se aproxima a una gran montaña carga con decenas de kilos que transporta ella sola en varios viajes; marchas de aproximación de medio mes con escaladas de más de quince días, sola en la pared, sin gps, sin teléfono… ¿hablamos de dificultades a superar? En resumen, cuando las mujeres quieren empoderarse citando a insignes mujeres de la historia, lo que hacen es ponerse en evidencia, siempre en términos generales, no me cansaré de decirlo. Si ese victimismo que se expone por todos los lados para supuestamente defender al mundo femenino, se sustituyera, se hubiera sustituido por una voluntad, un esfuerzo, un enfrentarse a la dificultades como la de Egeria o cualquiera de tantas deportistas que hoy dan sopas con onda a tantísimos hombres, otro gallo cantaría. Que no hace falta ser ninguna de estas mujeres es más que obvio. Ejemplos tan sólo para aclarar esa idea de voluntad y esfuerzo.

Hace no mucho hablando sobre el esfuerzo en familia, mi yerno, ante la circunstancia de que yo defendiera, siempre lo defiendo, la pedagogía del esfuerzo, vino a decirme que eso también lo defendían los de VOX. Las ideas no son patrimonio de nadie, y si cito esta anécdota es para dejar claro que hay valores que son indeclinables, los defiendan quien lo defienda, y defender la necesidad del esfuerzo y la voluntad en la vida como irrenunciables, se sea hombre o mujer, me parece de vital importancia. Querer empoderar a la mujer sobre la base de su vulnerabilidad, de su victimismo en vez de ser consciente de que su fortaleza, su vigor y su valor como persona, residen en ellas mismas y no en hacerse valer a través de titulares de periódicos exorbitantes por haber recibido un beso no consentido. Más claro no se puede ser. Y por cierto, hablo de la mujer porque viene al caso, pero no se trata de la mujer solamente, este razonamiento serviría para todo el mundo. Superar las dificultades enriquece a niños, mujeres u hombres, les dota de una personalidad más fuerte, menos blandita (ese adjetivo que tanto disgusta…). Acabo de regresar del monte. Ayer después de mucho tiempo volví a encontrarme con amigos de la montaña. A la primera persona que vi fue a X, una mujer de mi edad, a la que después de hablar con ella un rato no reconocía en absoluto; no me refiero al rostro, no la reconocía, era otra, había cambiado al punto de que me preguntaba si sería la misma X que yo conocía de antes. No deseo hacer el retrato previo de ella. Esta mujer había pasado los meses anteriores por enfermedades que le habían dejado al borde de la muerte, semanas, meses de hospitales, de sufrimiento, de luchar por su propia supervivencia. Tras aquello era otra, durante la comida la miraba y me admiraba de lo que puede hacernos crecer pasar por determinadas circunstancias. Existen muchos ejemplos, tengo una cuñada que pasó por un cáncer también dramático; ahora es otra persona, fuerte, segura de sí misma, decidida.  

Casi estoy dispuesto a seguir el hilo de mis argumentos con otros aspectos del feminismo, pero me temo que ya voy demasiado largo y en los tiempos que corren entre que se lee demasiado deprisa y pocos se detienen suficientemente en los argumentos, creo que mejor terminar. A mí estas líneas ya me han servido para afianzar a golpe de palabras, como si fuera un clavo sobre un tablón, un asunto que me rondaba por la cabeza no del todo asentado. Consciente soy de que llamar al pan, pan, y al vino, vino, no es del gusto general, pero ahí queda la idea: mi rotundo rechazo al victimismo y sí dejarse de monsergas y ponerse a trabajar. Que te cansas subiendo una montaña, entrena; que te da miedo viajar sola porque eres mujer, recuerda a Egeria y eso…; y no porque se sea mujer, simplemente porque somos humanos, tenemos debilidades, carencias, etcétera, y todo esto no se cura de otro modo que poniéndose uno las pilas; anciano, niño, mujer, lo que sea… qué leche. Que la sociedad… bueno, sí, para eso estamos, para luchar por una justicia a nivel de sexo, a nivel humano, a nivel profesional, en defensa de Palestina, para eso vamos a manifestarnos. Hoy me es imposible asistir a ninguna manifestación, aunque ya lo hice en otros ochos de marzo, pero iría, aunque con muchas reticencias porque estoy convencido de que una parte del feminismo en nuestro país está totalmente equivocada en sus planteamientos.

Apuro me da que este modo de exponer unas ideas, con las que, insisto, pretendo aclararme yo mismo, pueda interpretarse como de alguien que domina cierto tema; nada más erróneo. Simple juntar palabras e intentar pinchar la aceituna sin que ésta salga disparada.

En un folio y medio no caben muchas puntualizaciones. La danza es toda la vida, dice la protagonista de la película de esta noche, Mamacruz, una buena película para ver en un 8 de marzo. Muy recomendable. Ese tipo de asuntos que ayudarían a corregir levemente el ángulo de tiro a muchas feministas. La danza es toda la vida y existen demasiado empeño por reducir ésta a un asuntos de código civil, a pésimas películas de buenos y malos.

Y bueno, que me cansé, demasiada tela para un folio y medio. Buenas noches.



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