domingo, 22 de agosto de 2021

Misterios

 

Atardecer sobre el lago Lemán


El Chorrillo, 22 de agosto de 2021

Misterio también la hembra en la que piensas y que has rescatado de uno de esos rincones de la memoria donde el amor y el sexo fermentan la leve embriaguez del deseo. Misterios que surgen del calor de la hora de la siesta intuidos por esos momentos de gracia en que los cuerpos se acarician y se abrazan largamente bajo la brisa del ventilador. Misterio éste del vivir, hoy, un día cualquiera de un caluroso mes de agosto. Misterio lo que les sucede a nuestros cuerpos en donde el deseo y los recuerdos han recalado al amparo de un paréntesis en los actos corrientes de un domingo. Misterio lo que escribía ayer sobre la mediocridad y la plenitud, sobre los afanes impetuosos de algunos y la pacífica inacción de quien ve pasar la vida  por los tubos catódicos de una televisión.

Y que no me digan que la vida es eso que los periódicos dicen que sucede en el mundo, porque es mentira. Baste como demostración del aserto elegir un día cualquiera de calor y tras la comida quedarse en pelotas bajo el ventilador intentando no pensar en nada, acaso dejando que las sensaciones fluyan a su aire, para que esa realidad, que dicen que es la realidad, se diluya como un azucarillo en el café y aparezca en su lugar bajo la epidermis de esa confusión de ruidos del mundo, la densa y verdadera realidad que adivinamos entre los refajos y envolturas que cubren nuestra desnudez, rincones por explorar, deseos, sensaciones, impudicia, amor, una gran ternura que tímida vive a la sombra esperando acaso echar a andar bajo el influjo de alguna brisa benefactora.

No es bueno desvelar los misterios, llegar al fondo de un alma, un hombre, una mujer no es un buen negocio, primero porque ello es imposible, que lo es incluso para el sujeto en cuestión, y después porque lo importante, la razón de ser de nuestra búsqueda debería estar más en el camino que en una supuesta meta. De parecida manera que el interés de un largo viaje no está en el destino sino en el recorrido etcétera etcétera. ¿Quién asumiría que en el guirigay de un ruidoso orgasmo se encuentra la única finalidad del deseo?

Carlos Fuentes en Los años con Laura Díaz mete algo su pluma en el meollo este del misterio. En determinado momento de unas relaciones muy avanzadas entre Orlando y Laura, aquél, el joven amante, le escribe lo siguiente: “Laura mi amor, no soy lo que digo ni lo que parezco y prefiero guardar mi secreto. Te estás acercando demasiado al misterio. De tu Orlando. Y sin misterio, nuestro amor carecería de interés. Te quiero siempre...”

Días atrás recogía, hablando de Pedro Salinas, una idea que viene al caso y que atañía a la situación sentimental del poeta, el convencimiento de que sólo un amor separado por las aguas de un océano puede mantenerse incólume y ajeno a la erosión. “Y sin misterio nuestro amor carecería de interés”, escribe Orlando. Sin un océano por medio el amor de Salinas vertido en La voz a ti debida probablemente habría carecido de la fuerza y la intensidad con que saltó a las páginas de su obra.

¿No podríamos poner en duda que la desvelación de un misterio, el punto final de un sueño acaso no sea un momento del todo deseable? Imaginar años después a Odiseo en Ítaca en brazos de Penélope y a Telémaco con la caña de pescar en las manos viendo pasar ocioso los días no parece que fuera algo tan interesante como para saltar de alegría.

Es curioso comprobar con qué fuerza los sapiens vivimos de la expectativas y cómo corremos tras la estela que nos sugieren los misterios. Podría ser que el afán por ser el primero en algo, Magallanes o Elcano dando la vuelta al mundo, o Kukuczka corriendo tras los pasos de Messner para alcanzarle en la carrera de los ochomil, o Livingston o Amundsen en sus respectivas carreras tenga un fuerte componente motivacional, nunca un cocido está hecho sólo de garbanzos, pero es indudable que el misterio y lo desconocido nos preceden con una atracción muy poderosa y que sea ésta atracción un eslabón más en el conocimiento del comportamiento de los humanos. Cuando un vaso es sólo un vaso o una mujer sólo una mujer es que nos estamos haciendo viejos, escribí un día en un libro titulado La edad madura. Hemos llegado a Ítaca y ya no hay sirenas, ni cíclopes, ni misterio que descubrir. Total, que ya no toca otra cosa que morirse.

Así que mejor tener misterios a mano con los que seguir alimentando la imaginación y las expectativas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario