El Chorrillo, 5 de junio de 2018
"Es tu vida,
condúcela como si la hubieras robado".
(Sing Street)
Esta noche, mientras veía Sing Street, una peli algo loca, encantadora historia de encuentros y desencuentros donde el amor y el impulso creativo se abren paso dejando por el camino una sensación de bienestar, recordé un vídeo que circulaba por FB que aludía de una manera despreciativa a los comunistas (ah, los comunistas, como quien habla de extraterrestres sin derecho a la vida), y especialmente a Pablo Iglesias. El vídeo, hecho de frases cortadas con un cúter unas detrás de otras e ignorando absolutamente el contexto, algo que tenía la factura de un Inda o un Jiménez Losantos, daba un recorrido a intervenciones de Pablo Iglesias desde la edad en que su mamá le daba la teta; más o menos a juzgar por la longitud de su coleta. Esas cosas que la intelligentsia de la derecha cutre del país fabrica a modo de chorizos embutiendo imágenes de Maduro y disparates llamativos para asustar al personal y crear en este bendito país donde sólo la derecha es capaz de organizarse, el consabido clima de rechazo contra algún personaje de la izquierda. En principio me llamó mucho la atención que la persona que lo había compartido, a la que considero seria y responsable, hiciera hincapié en el hecho de que “aquello” había que compartirlo, “el vídeo por el que Iglesias o Podemos (no recuerdo bien el término) darían un millón por que desapareciera de las redes”.
Días atrás otro compañero del FB hacía gala de un pretendido ingenio comparando a Iglesias con el Napoleón de De rebelión en la granja, de Orwell. A éste, además, le cabía el orgullo de utilizar el nombre de Pablo Manuel en referencia a Iglesias “para no confundir las cosas serias”. Sus comentarios eran largos, pero no tuve valor para leer los últimos, no quise sucumbir al aburrimiento. En esencia, los argumentos, que brillaban por su ausencia, eran sustituidos por la consabida mala lengua del que “desprecia lo que ignora” y usa de una patética facilidad para despreciar al prójimo (sí, esa peste nacional que asola el país desde siempre y que se dedica sistemáticamente a usar el tirachinas contra las cabezas de cualquiera que tenga intención de mejorar esta tierra tan jodidamente castigada por mangantes y corruptos).
La manera en como se arremetía, tanto en un caso como en el otro más arriba, me invita, pese a que el señor Iglesias no sea santo de mi devoción, a hacer alguna puntualización en este circo en el que no parece haber medias tintas y en donde tantos están empeñados en fusilar a cualquiera que destaque y pretenda hacer algo por la gente de esta tierra. La tendencia a la mofa y a la burla, tan propia de aquellos que nunca han movido un dedo ni arrimado el hombro para mejorar la corrala ésta en la que los españoles vivimos, es cosa que me solivianta. Dicho esto y, constatada la incoherencia del señor Iglesias y su pasión por el poder y por mangonear para imponer sus criterios en Podemos, hay que añadir a continuación que no hay hecho político más importante en el panorama español desde los tiempos de la Transición, descontando acaso el despertar del 15M, que el surgimiento de Podemos como única esperanza para empezar a cambiar el orden de las cosas. Quien encuentre exagerada esta afirmación no tiene más que contar los diputados de esta formación en el Congreso y compararla con la representación de la izquierda en los anteriores periodos legislativos. El siguiente paso es obvio, la creación de Podemos y su expansión descansa esencialmente sobre este hombre llamado Pablo Iglesias, por lo que es de cajón que todos aquellos que nos consideramos de izquierdas (los de derechas ya tienen a su Rajoy y a todos los corruptos del PP a quien defender), como personas de buena voluntad, tendremos que agradecer a este hombre el surgimiento de un partido en un momento en que el panorama político español se encontraba en estado cataléptico. Vamos, le decía yo al comentarista reidor del párrafo anterior, que bien vale dar a Dios lo que es de Dios, etcétera... La desmesura, venga de donde venga, suele quitar valor a la racionalidad del análisis político, y creo que muchos se pasan buscando el desprestigio de este hombre de razonable buena voluntad pero al que el poder le suena en los oídos como un canto de sirenas.
Hay gente que pretende divertirse en las redes sociales a costa de usar permanentemente de la mofa contra todo aquel que aparezca en los titulares de los periódicos, gente “lista” y sobrada que no distingue entre lo que es la izquierda y la derecha, y que con tal de llamar la atención estarían dispuestos a tirarse por el Viaducto. En este mundo de hoy, ahora con más razón por la delicada situación política que vivimos tras el descalabro del PP, me parece que no debería haber otra cosa que aglutinar fuerzas en la izquierda. No es tiempo de ahondar en la división y sí de organizarse y de crear corrientes de opinión favorables a la unión. Sí, por supuesto, claro, es evidente, no faltaría más: que no falte la crítica que siempre es tan necesaria… algo imprescindible, pero que nada tiene que ver con lo que hacen o escriben algunos empeñados en buscar los aplausos fáciles de etc., etc.
En los tiempos previos a la Transición el climax educacional del franquismo se esforzó mucho en adjudicar el sanbenito de “rojos” a todos aquellos que disentían con la dictadura. Rojo, comunista, demonio con cuernos. Eran tiempos difíciles en que la presión social y de los medios hacían de los disidentes, de parecida manera a como lo hacía con los homosexuales, una clase social a exterminar porque atentaba contra el Estado fascista. Hoy, siguiendo aquellos hábitos franquistas, a los disidentes del sistema, a los indignados, a los que quieren que la riqueza del país se reparta de una manera más justa o los llaman comunistas o pretenden hacer de ellos el objeto de sus burlas. Creo que era de Churchill aquella afirmación de que tenemos los gobernantes que nos merecemos.
El ser crítico con Podemos me ha traído algunas desavenencias con amigos y gente de las redes, pero una cosa es ejercer la crítica y otra muy diferente es no reconocer los méritos de algunas personas, Pablo Iglesias, por ejemplo, aunque a continuación valore que tras el excelente trabajo hecho en los primeros momentos de la formación política, ahora corresponda retirarse y dejar paso a otros líderes no contaminados por el empacho del poder y con una miaja más de coherencia.

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