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Cima del Bisaurín |
El Chorrillo, 8 de mayo de 2025
El
cuerpo se me acostumbra de tal manera a
reflexionar sobre asuntos que me caen sin más a lo largo de la jornada,
que resulta raro que en algún momento la inquietud no me visite el ánimo para
obligarme a coger el teléfono o encender el ordenador. Hoy esta inquietud se me
despertó a las dos de la madrugada mientras leía de nuevo a Chirbes.
Acabo
de leer en ellos estas tres palabras: “menos es más”. Lo siento como una
punzada, una crítica cáustica a todo esto que escribo. Me he propuesto a menudo
ser más breve, pero finalmente sucumbo a mi propósito. Esta noche voy a hacer
el esfuerzo, entre otras cosas porque es muy tarde. El asunto viene de la mano
de Koke Dorado que en su comentario último insistía en poner a
Se
trata de una idea con la que he tropezado muchas veces en conversaciones y a la
que raramente han dado respuesta mis ocasionales interlocutores, cuando he
preguntado qué pensaban ellos que era
Actualmente,
en general, lo usan algunos filósofos no como sinónimo simple de “naturaleza”
(árboles, ríos, animales), sino como una especie de “ser” del cual todo
procede. Cuando he discutido estos temas con un amigo que se manifiesta
hondamente religioso practicante, él no parece circunscribirse, pese a que reza
con regularidad a la idea de un Dios convencional, un ser concreto creador como
se percibe en el cristianismo; pese a ser religioso se acerca más a esta última
idea de los filósofos a que me refiereo. Cuando le oigo, creo que en él
subyace, tras un fondo cristiano o católico, esta idea de natura que ya se alumbraba en el mundo antiguo con Lucrecio.
Me
decía Koke en un comentario que él no era ateo, que creía firmemente en Dios,
que Dios es
Llegados
a este momento y con suficiente información para echar abajo los mitos y las
creencias incrustadas en el cuerpo social durante siglo, no obstante, y como
huérfanos de padre y madre que buscaran al calor del regazo materno, no nos
resignamos a destetarnos y entre lo oscuridad de los interrogantes que nos cercan
sobre el origen de la vida o el universo, como quien se mueve con bastón de
ciego, interpelamos a la noche en un desmañado esfuerzo por dar respuesta a
algo que probablemente no la tiene. Ante esta situación se comprende que
busquemos un asidero y la mejor respuesta para ello es el término natura. No
somos capaces de vivir en la incertidumbre, la inquietud y la desazón que nos
produce desconocer nuestro origen y la posibilidad de acudir a la natura quizás
alivia esa desazón tan humana. Quizás el querer concretar cuál es la fuente de
la vida sea una consecuencia de nuestra capacidad de pensar y en consecuencia
querer tener respuestas para todo cuando posiblemente no la hay. Le comentaba a
Koke que yo cuando paso muchos días solo en la montaña, hablo con frecuencia
con las cumbres, los bosques o los arroyos. Pero en absoluto lo siento como
fuerza vital o principio de nada, simplemente tengo una relación con ellos como
elementos amigos de los que yo también formo parte. Todos formamos parte de un
Todo y ese ser en el Todo es donde se puede encontrar, pienso, algo parecido a
lo que los católicos buscan con sus rezos y oraciones. Yo me encuentro con mis
montañas, los prados, los trigales, los desiertos, mientras que los creyentes
buscan su encuentro con un hipotético dios.
Me
prometí ser breve y a punto estoy de caer de nuevo en lo prolijo. Así que buenas
noches.
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