miércoles, 7 de mayo de 2025

Menos es más. Sobre la Natura.

 

Cima del Bisaurín

El Chorrillo, 8 de mayo de 2025

El cuerpo se me acostumbra de tal manera a  reflexionar sobre asuntos que me caen sin más a lo largo de la jornada, que resulta raro que en algún momento la inquietud no me visite el ánimo para obligarme a coger el teléfono o encender el ordenador. Hoy esta inquietud se me despertó a las dos de la madrugada mientras leía de nuevo a Chirbes.

Acabo de leer en ellos estas tres palabras: “menos es más”. Lo siento como una punzada, una crítica cáustica a todo esto que escribo. Me he propuesto a menudo ser más breve, pero finalmente sucumbo a mi propósito. Esta noche voy a hacer el esfuerzo, entre otras cosas porque es muy tarde. El asunto viene de la mano de Koke Dorado que en su comentario último insistía en poner a la Natura en el centro del escenario. Escribe: “Somos hormonas que definen nuestro comportamiento. Animales interiormente. Las montañas son seductoras, es por ello que escalamos, navegamos… Contacto intimo con LA NATURA. No conocemos mi la milésima parte de lo que la Natura nos ha revelado”.

Se trata de una idea con la que he tropezado muchas veces en conversaciones y a la que raramente han dado respuesta mis ocasionales interlocutores, cuando he preguntado qué pensaban ellos que era la Natura. El termino deriva del latín y alude  al “modo de nacer de las cosas”, es decir, a su principio generativo. En Lucrecio y Cicerón, natura era la fuerza o el orden que rige el universo, una especie de totalidad autosuficiente. En la Edad Media el concepto se transforma, Dios es el creador y natura es su creación. Sin embargo para Spinoza natura es sinónimo de Dios, causa inmanente del mundo.

Actualmente, en general, lo usan algunos filósofos no como sinónimo simple de “naturaleza” (árboles, ríos, animales), sino como una especie de “ser” del cual todo procede. Cuando he discutido estos temas con un amigo que se manifiesta hondamente religioso practicante, él no parece circunscribirse, pese a que reza con regularidad a la idea de un Dios convencional, un ser concreto creador como se percibe en el cristianismo; pese a ser religioso se acerca más a esta última idea de los filósofos a que me refiereo. Cuando le oigo, creo que en él subyace, tras un fondo cristiano o católico, esta idea de natura que ya se alumbraba en el mundo antiguo con Lucrecio.

Me decía Koke en un comentario que él no era ateo, que creía firmemente en Dios, que Dios es LA NATURA. Le contestaba yo que ahora nos quedaba por ver qué sea eso de “la Natura”, que invocamos como principio de se la vida y el mundo, pero que no definimos. Le comentaba que los cristianos, al intentar concretar “ese espíritu generativo”, el origen del mundo, de Lucrecio desarrollaron ingenuas respuestas, primero basadas en primitivas creencias, El Génesis, y que tras esa fantasiosa creencia posteriormente ya no se cortaron ni un pelo dando sin ningún rubor rienda suelta a su imaginación sacándose de la chistera no sólo un conejo sino hasta la paloma del Espíritu Santo convertida en el tercer miembro de aquel Dios uno y trino. Nosotros, nacidos en el seno de la cultura occidental, totalmente teñida por el cristianismo, hemos resistido el embate de la ciencia, desde Galileo a Darwom durante cientos de años para parapetados tras las barricadas de la religión.

Llegados a este momento y con suficiente información para echar abajo los mitos y las creencias incrustadas en el cuerpo social durante siglo, no obstante, y como huérfanos de padre y madre que buscaran al calor del regazo materno, no nos resignamos a destetarnos y entre lo oscuridad de los interrogantes que nos cercan sobre el origen de la vida o el universo, como quien se mueve con bastón de ciego, interpelamos a la noche en un desmañado esfuerzo por dar respuesta a algo que probablemente no la tiene. Ante esta situación se comprende que busquemos un asidero y la mejor respuesta para ello es el término natura. No somos capaces de vivir en la incertidumbre, la inquietud y la desazón que nos produce desconocer nuestro origen y la posibilidad de acudir a la natura quizás alivia esa desazón tan humana. Quizás el querer concretar cuál es la fuente de la vida sea una consecuencia de nuestra capacidad de pensar y en consecuencia querer tener respuestas para todo cuando posiblemente no la hay. Le comentaba a Koke que yo cuando paso muchos días solo en la montaña, hablo con frecuencia con las cumbres, los bosques o los arroyos. Pero en absoluto lo siento como fuerza vital o principio de nada, simplemente tengo una relación con ellos como elementos amigos de los que yo también formo parte. Todos formamos parte de un Todo y ese ser en el Todo es donde se puede encontrar, pienso, algo parecido a lo que los católicos buscan con sus rezos y oraciones. Yo me encuentro con mis montañas, los prados, los trigales, los desiertos, mientras que los creyentes buscan su encuentro con un hipotético dios.

Me prometí ser breve y a punto estoy de caer de nuevo en lo prolijo. Así que buenas noches.

 

 

 

 

 

 

 

 


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