El Chorrillo, 6 de mayo de 2025
Hay mañanas en que los asuntos vienen a
comer como pajarillos en el cuenco de mi mano. Hoy fueron unas líneas de
Enrique que quiso aclarar conmigo algo de lo que comentaba yo ayer en mi diario,
donde ponía en cierta concomitancia el erotismo con la escalada. Recuerdo que
en el post anterior hablaba del erotismo no solamente en su aspecto sexual, sino
que lo ampliaba, al modo de Byung-Chun en La
agonía del Eros, donde lo define como una experiencia que trasciende lo
físico, como una conexión con el otro que implica misterio, alteridad y
profundidad; a su modo yo intentaba asimilar la relación erótica al acto
creativo de escalar, tal como lo expresaba el amigo Vinches en el mismo post:
“El roce de la piel contra la roca, la tensión de los músculos en equilibrio
entre el deseo y el vértigo, evocan una intimidad intensa entre cuerpo y
entorno”. La búsqueda de la cumbre como fenómeno propulsor de una pasión
gestada en nuestro interior, en cierto modo, en cierto modo, repito, es similar
a la atracción sexual, que busca su fusión, su realización en contacto, en la
relación sexual, con la mujer, y en la escalada, en la íntima relación con la
montaña, con su riesgo, su dificultad… fusión si se quiere con nosotros mismos
si nos referimos al mito platónico en que en el principio hubo un ser, cada uno
de nosotros, que Zeus desgajó en dos obligando a las dos partes a buscarse
constantemente a sí mismo en “el otro”. Cosas de comprenderse si hacemos un esfuerzo
para entender esas dos poderosas atracciones que se gestan en hombres y mujeres
representadas por la atracción sexual y por la pasión por la aventura. La
aventura como una búsqueda del encuentro de sí mismo y la relación sexual cómo
búsqueda de nosotros mismos con el otro, la búsqueda de nuestra otra mitad.
No quisiera perder la frescura de las palabras
de Enrique, así que uso de la liberalidad de su consentimiento y cito aquí sus líneas
tal cual antes de dar mi propia versión sobre el asunto. Esto escribía:
“He repasado con sumo interés mis
relaciones sexuales en mis años mozos, aquellos en los que los olores de las hembras me enloquecían: esa
axila ligeramente humedecida por el sudor en el calor de la noche veraniega...
y si tenía vello, eso era el colmo. La
excitación era inenarrable. Para mi desgracia no siempre se llegaba a feliz término,
pero cuando ocurría, era el éxtasis en toda la extensión de la palabra.
»Siempre he sido muy primario, y observando
a nuestros compañeros de viaje, los animales, que al carecer de algunas de las
destrezas que nosotros poseemos lo suplen con el olfato y el gusto, algo que el
ser humano también tiene pero que el pudor o los convencionalismos sociales o
religiosos hacen que la mayoría niegue su práctica.
»Las concomitancias con la montaña
"escalada" que mencionas en tu escrito de ayer, no he conseguido
relacionarlas. Debo reconocer que siempre he sido muy pragmático y nunca me he
tomado demasiado en serio la montaña, por el contrario las mujeres sí me las
tomaba en serio; en mi orden de prioridades ganaban las mujeres por goleada. Si
había que elegir entre una mujer o la montaña: no existía duda de ningún tipo de
que ganaba la mujer y sus olores naturales.
»¿Por qué funciona así y no de otra manera?
He hecho todo lo posible por responder a tu pregunta pero nunca he tenido
ninguna sensación erótica, por ejemplo, en aquellas lejanas ascensiones a
Te contesto: Una de las cosas que me
sorprendieron leyendo a Byung-Chul Han en La
agonía del Eros, fue que transcurridos unos capítulos centrados, creo
recordar, en lo que entendemos por erotismo, erotismo sexual, fue que después
en la otra mayor parte del libro ese erotismo diera paso a otro concepto más
entendido como descubrimiento, creatividad, todo eso que podría entenderse con
la expresión freudiana de sublimación. Para Freud “la sublimación es un
mecanismo de defensa mediante el cual los impulsos instintivos, especialmente
los de naturaleza sexual o agresiva, son transformados en actividades
socialmente aceptables y productivas. Este proceso permite canalizar la energía
psíquica hacia fines más elevados, como la creación artística, la investigación
científica, la práctica deportiva o el compromiso político”. Y yo añadiría
hacia la aventura en la montaña o la escalada. Eso haciendo caso a Freud. Cuando
afirmas que no has conseguido encontrar concomitancias entre el sexo y la
escalada, que no has conseguido relacionarlas y que en tu orden de prioridades
ganaban las mujeres por goleada, quizás, siguiendo a Freud, el eslabón que
pueda relacionarlo sea precisamente ese concepto, sublimación, es decir
nuestros impulsos instintivos, especialmente los sexuales, como motor, fuego
primero, energía en estado puro, podrían ser sublimados en actividades tales como
el afán de aventura, la escalada e incluso en actos de muerte, guerras, dado
que tanto Eros como Tánatos están vinculados. Según el psicoanálisis freudiano
existe una relación fundamental entre ambos, que representan las dos pulsiones
básicas que, según Sigmund Freud, rigen el comportamiento humano. La pulsión de
vida, asociada a la sexualidad, que también podemos asignar a la plenitud de
vida que proporciona la escalada, se opone a la pulsión de muerte. Esta
constante interacción y tensión entre Eros y Tánatos moldea nuestro
comportamiento y acaso sean Eros y Tánatos, éste responsable de nuestra
agresividad y nuestra tendencia destructiva, los gerentes primarios de muchas
de nuestras pulsiones primarias, los que en un acto de sublimación sean los
responsables de muchos porqués que nos formulamos durante la vida, ¿Por qué
escalamos montañas? ¿Por qué funcionamos así y no de otra manera?, decías más
arriba. Creo que por estas ramificaciones del psicoanálisis podríamos encontrar
algún tipo de respuesta.
Volviendo al Eros, que se expresa también
como búsqueda, como profundización en el misterio del otro, y como prolongación
en el misterio en general, alimento de nuestra curiosidad, aquí es donde se
puede encontrar, pienso, el puente que pone en comunicación el erotismo sexual
y aquel otro que replica a éste en su impulso por ir más allá, más allá, ese
ejemplo gráfico de ayer de Jodorovsky, desentrañar el misterio y
desentrañándolo, crear. Un paréntesis, hace tiempo descubrí en FB a un hombre cuyas
esculturas, dibujos y pinturas encuentro sumamente interesantes; responde al
alias de Koke Dorado. Él había subido a su muro la imagen de una de sus esculturas
de una mujer desnuda que posaba de espaldas. Nada más ver aquella imagen
recordé la película "El artista y la modelo", de Fernando Trueba.
Podéis ver la imagen más arriba. Me decía Koke que era
La traída por los pelos a Koke Dorado, a
Trueba o a esta última afirmación de Enrique, sólo pretende poner en contexto ese
universal que es el fuego interior que nos mueve, sea con razones de Freud o de
quien sea, y que como el combustible que mueve nuestros automóviles, hace de
nosotros un poderoso motor, para unos un 4x4 capaz de subir por una pendiente
de noventa grados, mientras que para otros sólo les da para decir sandeces en
X.
Hablo del fuego interior que nos impulsa
hacia la cumbre, hacia la culminación del acto sexual. Esa fuerza probablemente
sea la clave de
Concebido ese ímpetu vital, elan, como
fuente de nuestra energía de vida, cabría decir de ella que ésta no está en
todos los humanos en cantidades similares ni mucho menos. No pudo ser el elan
vital de Leonardo da Vinci el mismo que el de cualquier ciudadano de a pie. La
energía interior de Leonardo, innata o adquirida, se abrió paso a lo largo de
su vida a una creatividad sin límites. A estas alturas del texto empiezo a
dudar de que sea la energía sexual la que por sublimación pueda diferir su fuerza
hacia retos importantes en la vida, aventuras, proezas; prefiero interpretarlo
a partir de una fuerza engendradora interior, elan, energía primera, que hizo
posible que Messner pudiera alcanzar en solitario el Everest o que grandes
hombres hayan empujado la civilización o el arte hasta cotas importantes.
Volviendo al principio, evidentemente a
simple vista pudiera parecer difícil encontrar una conexión de algún tipo entre
nuestra pasión por las mujeres y aquella otra de la aventura y la montaña, pero
con todo el rollo que me he soltado por aquí, bien merecería un servidor el
premio de un sí. Quizás no haya logrado del todo explicarme, a mí mismo ni a
los otros sobre esa cierta correlación que yo veo entre el erotismo sexual y
aquel otro que proporciona la aventura y la escalada, pero creo que en
cualquier caso ha merecido la pena dedicar un tiempo a especular sobre estas
cosas.
A esta hora de la tarde ya estoy cansado de
estrujarme el coco, así que mejor dejo un final abierto y la posibilidad de que
me salga algún interlocutor que quiera seguir dándole cuerda al organillo de
los argumentos. Y ahora a callar, que a estas horas ya me sale hasta humo del
coco. Ah, y por supuesto felicitar a los
que hayáis llegado hasta aquí: ¡toda una proeza!
Imágenes:
Izquierda: Obra de Koke Dorado
Derecha: La Magical Mystery Tour en acantilados del Toix de la mano de José Manuel Vinches y Toti.
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