El Chorrillo, 2 de mayo de 2025
Amigo E:
Con tus solos comentarios ya sería
suficiente para no desistir en hacer público este diario que tantas veces duda
de si seguir apareciendo en la pizarra de lo público o por el contrario
circunscribirse únicamente a la
privacidad de las reflexiones personales cuyo destino serían el cajón de
los recuerdos.
Esta mañana escuché la tormenta mientras
duermeveleaba, la agradable sensación de encontrarme una vez más dentro de la
tienda de campaña durante toda una noche de tormenta emanaba en mí entre el
sueño y la vigilia. Esa clase de absolutos que uno ha vivido que conforman
parte de la médula del ser y que a ratos desapuntan de la memoria como esos
jacintos que en la temprana primavera rompen la superficie del terruño para en
unos días llenar de perfume y color la vida.
Lo absoluto, no cabe la menor duda, el ser
que nos habita, la capacidad de pensar, la pasión que ronda las profundidades,
eso que tantas veces olvidamos en la inmediatez del ir y venir por el mundo, se
niega rotundamente a sucumbir a lo relativo de la existencia. Relativos que
como los hilos de los liliputienses nos atan a las circunstancias sometiendo
nuestra capacidad de libertad a la presión del ruido envolvente de los días en
donde el yo se disuelve en el no ser. Ese interrogante hamletiano donde lo
relativo y lo absoluto, como dos grandes ríos que confluyen en un mismo caudal,
pretenden una autonomía cuasi imposible en su largo caminar hacia un delta
inevitable. ¿Ser, no ser, o mezcla poco a poco de las aguas como el río Negro y
el Solimoes donde uno y otro perviven en las aguas del Amazonas entre la
mismidad y la otredad?
Abro paréntesis: (Comenta este amigo
contertulio a quien me dirijo, refiriéndose a las horas de la madrugada, que
son horas inciertas, silenciosas, profundas, que se nos conceden para pensar,
comprender, escribir, leer, pero, sobre todo, para habitar nuestra propia
compañía. “Durante ese lapso, escribe, comprender lo que ocurre en el mundo se
vuelve secundario frente a la urgencia de entender qué nos sucede a nosotros
mismos”.
Propone mi amigo, tras esta introducción,
discernir entre lo relativo y lo absoluto en un plano en donde no llego a distinguir los perfiles
de si de un universal se trata o si por el contrario he de entender estos
conceptos en un plano totalmente personal. “Lo absoluto, escribe, se
caracteriza por su radicalidad: la aritmética, el sí y el no, la verdad y la
mentira, el siempre y el nunca, la vida y la muerte. Son categorías tajantes,
inmutables, universales. En cambio, lo relativo surge como una fragmentación de
lo absoluto. Nos propone una visión matizada de la realidad”… “Con el tiempo,
la mayoría de nuestras acciones y decisiones han sido moldeadas por esta lógica
de lo relativo, en detrimento de lo absoluto”. Aboga E por establecer una plena
correspondencia entre lo absoluto y la realidad, lo que devendría en una
valiosa capacidad operativa de lo absoluto y lo relativo “al sostener
principios firmes y compartidos, lejos de los valores relativos, siempre
manipulados y condicionados por intereses particulares”).
Siendo el enfoque de lo absoluto y lo
relativo que me corría por la mente asaz diferente a lo que propones, el mío
centrado en el absoluto de la persona, ese de carne y hueso de Unamuno, de ser
pensante a cuya mismidad otorgaría ese absoluto, independiente de la
relatividad en que le colocaría ser parte de una sociedad, un universo;
entendiéndolo así, lo relativo adquiere igualmente unas características, junto
con lo absoluto, que siendo diferentes a las que planteas, quizás puedan
conciliarse.
Lo absoluto, tal como lo planteas,
pareciera que fuera un concepto emparejado o similar al concepto “verdad” que,
dejando aparte las ciencias exactas y su radical verdad, cuando nos referimos a
hechos humanos, acaso zozobraría en la incertidumbre si tratáramos de constituirlo
como únicas y ciertas. Esa verdad, o absoluto, que quisiéramos unívoco y
cierto, es fácil comprender que se hace relativa en el momento en que
consideremos que tanto la moral como nuestras ideas más firmes lo son en
relación a un contexto prefijado por valores susceptibles de interpretaciones
diferentes. El absoluto de Dios, por ejemplo, un firme pilar durante cientos de
años, se desmorona definitivamente en nuestra época. Ideas y creencias,
sustentas durante milenios sufren transformaciones a lo largo del tiempo. Así
“la radicalidad de lo absoluto” que propones, podría serlo, y acaso lo es,
dentro de un mundo de consenso tal como puede ser
Llevando estos argumentos ahora a la
realidad del individuo concreto considerado en su mismidad, su hacer, su
conciencia de sí, lo relativo y lo absoluto toman, según mi parecer, un
planteamiento diferente. Bajo este punto de vista, y considerando a la sociedad
al margen, propondría la idea de que el absoluto se refiere al ser, el ser en
el sentido de ese monólogo hamletiano que se cuestiona como ser o ser.
Y aquí es donde nace el paralelismo entre
tu concepto de absoluto y el que yo propongo, éste último adaptado a la
percepción de un mundo en el que el yo, considerada la vida personal como un
todo (aunque dependiente de otras vidas) desde el nacimiento a la muerte, busca
su propia verdad (su absoluto), su realización, la conformación de su
conciencia, su armonía interior, acaso eso que en el budismo zen llama satoti
(comprender, despertar), una experiencia directa de la verdadera naturaleza del
yo y de la realidad, más allá del pensamiento racional o conceptual. Obviamente
junto a este concepto tendríamos aquel otro de lo relativo, que en todo momento se referiría a todo aquello que te
aleja de lo absoluto del ser.
Cuando dices que: “la percepción de lo
absoluto del ser humano debería estar en plena correspondencia con la
realidad”, das por sentada una realidad universal que no existe, Shylock y su
verdad querrán cobrarse su deuda con un trozo de carne del deudor, los
israelitas querrán reclamar una tierra que no es suya y el pato Donald echara
la culpa de la caída del imperio norteamericano a que les roban todos los
países del mundo. Todo esto lleva a considerar que como herramienta de
conocimiento, lo que propones es rigurosamente acertado, sin embargo prefiero
referir ese absoluto y ese concepto de lo relativo al ámbito personal: mi reino
es mi castillo.
Saludos. Ha sido un gusto charlar
contigo.
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