jueves, 1 de mayo de 2025

La pasión de comprender

 

El perfumen de jazmín rodeando mi ventana me transporta en volandas a algún templo hindú

El Chorrillo, 2 de mayo de 2025  

Ciertos días, ya pasada la medianoche, se me despierta una necesidad de saber que me lleva a dejar a un lado lo que estoy leyendo, hoy era Galdós, para investigar entre YouTube y el ChatGPT los orígenes del conflicto de Ucrania, de Sudán, de Siria, la política de Estados Unidos, el creciente poder chino o la implicación de Rusia en la política y economía mundial. Me he encontrado con asuntos tan apasionantes que se me van las horas de la noche escuchando vídeos de Glenn Diesen, de Mcgregor, Jeffrey Sachs o algún que otro analista de cualquier parte del mundo que pueda aportarme datos y comprensión para lo que está sucediendo en el planeta. La simplicidad con la que veía hasta hace no mucho la interpretación de los conflictos a nivel europeo o mundial me hacía dudar de la prensa diaria y de mi propio criterio. El haber leído no hace mucho La Historia del siglo XX, de Hobsbawm y algún otro volumen más sobre la historia reciente o trabajos de actualidad de Huntington o Robert Kagan, me sirvieron de preliminares, pero entre mi memoria que es un coladero y la velocidad en que se producen cambios en el mundo es enorme, todo parece quedar francamente atrasado. 

La desinformación que proporcionan hoy los medios es tan abrumadora que para enterarte medianamente de lo que está sucediendo, necesitas echarle horas para abrirte paso en esa desinformación. La evidencia de que no hay manera de entender el presente sin mirar atrás, se hace tan patente que debería coger todo lo que he leído desde mi juventud de Historia, ¡ay!, la memoria, y volverlo a repasar, una labor tan imposible como volver al aprendizaje del inglés para poder seguir toda la información que quisiera. 

Materia para un diario (no precisamente para compartir en las redes, pero dado que no hay otra cosa…): Situarte frente al esbozo de una idea, una situación, el relato de la Historia, por ejemplo, de Ucrania, y querer poner por escrito “algo” de lo que sientes, pero que son esbozos, ideas inconexas, pasos  entre la niebla. Y querer articular algunos párrafos con ello, secuenciar las ideas con el ánimo de dejar atrás esa niebla. Así se presenta en ocasiones la escritura de un post. Oigo a analistas, a economistas o políticos que se han dedicado toda la vida a estas cosas y me admira la claridad con la que exponen sus ideas. Qué esfuerzo, qué difícil, cuando simplemente has aterrizado sobre un pedazo de realidad, una película, una novela, unos hechos históricos, qué difícil poner orden, extraer de la realidad su sentido, su mensaje profundo, todo lo que subyace en cualquier hecho y en el que el espectador, el lector corriente o apresurado, se pierde perdido él mismo en manos de la anécdota. 

Es algo doloroso vivir la sensación de que uno debería empezar de nuevo por el principio, volver a los textos del instituto, a las lecturas esenciales, para hacerlo con toda la atención que acaso no le dedicaste en aquellos tiempos. Volver en un momento en que ya no te queda apenas tiempo, en que tu memoria naufraga tan a menudo y la capacidad de retención es tan débil. Quisieras entrar en la médula de los asuntos, de la política, de la historia, de la literatura, pero es una ilusión, el mundo se te escapa, lo que lees pronto lo olvidas, días después de ver una película difícilmente recuerdas su argumento. Y sin embargo, ¿de dónde viene esa fuerza, esa necesidad de conocer de un mundo del que en ocasiones no quieres saber nada durante meses, ni siquiera a través de los titulares de la prensa.  

No se trata de que uno quisiera tener veinte años, sino de añorar de algún modo no haber estudiado, leído, escuchado con mayor atención y profundidad. O que ahora lo piensas así porque la memoria no te proporciona los datos que le pides. Esa inquietud que hoy pide conocer la Historia, no las batallas ni los hechos, la Historia, el conocimiento de los hombres a través de los siglos. Leo estos días Fortunata y Jacinta, la novela de Galdós. Hace unas semanas la abandoné porque sus más de setecientas páginas me echaron para atrás. Hay tantas cosas, tantas lecturas que comenzar, ¿cuándo podré volver a leer, por ejemplo, El hombre sin atributos, La Eneida, La Divina Comedia, o tantas obras que me quedan por descubrir? Y junto a Fortunata y Jacinta alguno de los Episodios Nacionales, o La Regenta, o… Incluso la posibilidad de volver a Balzac para leerlo sin ese enfado que me producían días atrás esos retratos decimonónicos de un París vendido a la feria de las vanidades.  

A la pasión de saber se une esa otra paralela de comprender. O quizás se trata de la misma cosa, y suceda que siendo mayor y habiendo vivido muchos años uno sienta con apremio comprender lo que tiene entre las manos, su propia vida, la de los otros, la del mundo en que vive.  

 

 


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