El Chorrillo, 23 de enero de 2025
Corre como la pólvora por los guasaps y las redes el documento de más arriba. Politiqueos, llamaba un imbécil en un comentario a ese documento, esa clase de personas que son la causa y razón de que la extrema derecha esté asolando el mundo, gente que no se aperciben de que de la política depende una parte considerable de nuestras vidas y nuestro bienestar. Tomar partido en esta situación que vivimos es la única posibilidad que tenemos para conseguir un mundo más justo y más empático. Nadie que conozca un poco la historia debería permitir esta regresión que estamos viviendo hacia el pasado y la incertidumbre.
Hoy Carlos subía a su muro ese documento que corre por ahí en donde se hace una breve síntesis del paralelismo que existe entre la situación actual, cuya cabeza más visible es Trump, y la de los años treinta en Alemania cuando el nazismo eclosionó en Centro Europa como una peste incontenible. Julio Gosan hacía defensa del hecho de discrepar, un hecho en sí digno de aplauso dadas las heridas que levantan en ocasiones las discusiones sobre política. De hecho me reúno de tanto en tanto con un grupo de amigos de la montaña en donde la prohibición no expresada pero implícita de hablar de política, religión o sexo siempre está presente. No comparto ese parecer aunque lo asumo. Primero, entiendo que la política lo es todo, nuestra sanidad, la educación, las comunicaciones, la justicia; a través de la política se canaliza una parte considerable de nuestro bienestar o nuestras desgracias. Y por tanto la necesidad de aclarar con los demás asuntos que nos conciernen a todos. El problema no es que se hable de política o no, la dificultad está en nuestra incapacidad de analizar seriamente, y sobre todo al margen de nuestras creencias, toda esa realidad a la que muchos se enfrentan como hooligans en defensa o en contra de sus respectivos equipos.
Celebro esa afirmación que hace
Julio al post de Carlos. Y lo celebro porque nos pone ante la posibilidad de
esclarecer hechos actuales y el significado que puedan tener en el ámbito local
y mundial. A veces pienso que muchos de nuestros condicionamientos, creencias
las llamaba Ortega y Gasset, provienen de remotos rincones del ser que acaso
tengan que ver algo con la genética y mucho con el ambiente en que hemos
crecido. Es la historia del jinete y el elefante. El jinete es la razón y la
objetividad y el elefante nuestra emotividad y las creencias que arrastramos
cada uno. El elefante puede más que la razón y suele ir a su bola, es mucho más
voluminoso y su impulsividad no permite escuchar al interlocutor y a sus
razones con la debida atención; sin embargo, la razón, que tiene la facultad de
manejar datos, historia y puede contrastar y hacer un ejercicio de objetividad,
se las ve moradas para reconducir al elefante. ¿A qué viene esto? Probablemente
a la necesidad que se nos está haciendo imperativa de revisar nuestras
opiniones y creencias políticas; y en ese sentido el documento de Carlos es
valiosísimo, y lo es más porque su perfil público hace que el mensaje pueda
llegar a más gente.
Entiendo el mensaje como una alarma que debería hacer reflexionar a aquellos
que se alínean consciente o inconscientemente con los pensamiento afines al
nazismo, un periodo histórico que todos conocemos cómo terminó.
Digo que hay que agradecer a Carlos el haber hecho público ese documento que en líneas generales pone de relieve los peligros a los que estamos sucumbiendo alimentando pensamientos totalitarios y racistas.
Dicho esto, la conveniencia de
disentir para intentar llegar a una síntesis, que sería la razón de ese
disentir, porque disentir sin más sólo sería la parte previa de las reglas del
juego, es necesario añadir que con los datos que tenemos en la mano, los hechos
de los años treinta del pasado siglo en Alemania y los que el documento de
arriba expresa, la necesidad de gritar a los cuatro vientos tales paralelismos
se hace imperativa. Son señales de alarma que deberían caer en la conciencia de
todo buen ciudadano como una premonición de lo que nos espera. Ayer noche, que
había mandado yo el mismo documento a un amigo, a vuelta de guasap me
respondía: "El problema es que ya está aquí y se va a repetir. El problema es que
nada es más mentira que
“Maldigo la poesía del que no toma partido, partido hasta mancharse” (Gabriel Celaya).
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