El Chorrillo, 27 de abril de 2020
Amigo
diario, está mañana me apremian algunos asuntos de procedencia curiosa, de una
parte es la imagen de aquel cómico genial, Harold Lloyd, agarrado en su escalada
a las manecillas de un reloj y que me envió un amigo en un artículo para
puntualizar que aquello de “más madera” que yo atribuía días atrás a El maquinista de la General en realidad
pertenecía a los hermanos Marx (pecatta
minuta, que diría aquel) y que bien puede servirme para hablarte esta mañana
de esa suspensión del tiempo que se ha producido a mi alrededor desde que el
bichito, viajero de grandes distancias, aterrizó por aquí procedente de China.
De otra, querría hablarte de cierto documental que vi hace unos días titulado Tócate mucho. Un relato sobre las mujeres,
sus cuerpos y el placer, y por último, si es que no se añade otra cosa, comentarte
que ayer, tras mi promesa de no abrir un periódico mi acercarme a las redes por
un tiempo, volví a asomarme a ellos. Nada, todo seguía más o menos igual en el
patio de la mass media, más de lo
mismo, gente que no mogollón saltándose el confinamiento, la patronal pasándose
por los mismísimos los muertos que pueda acarrear el que ellos puedan seguir
convirtiendo el esfuerzo ajeno en oro propio, la oposición etc. Bueno, que
seguía candente la estrategia del fascio para desplegar su batería de técnicas
propias de un manual de manipulación informativa que busca el beneficio de su
propia agenda política. El documento sobre esto último me lo enviaba Cive por
email. Si tienes interés lo puedes encontrar aquí; es una lectura muy instructiva. Le contesté
brevemente: Lo leo por encima, es obvio que tras todo esto hay una sofisticada
maquinaria, técnicamente muy estudiada, para entontecer al personal. Las
estrategias diplomáticas y militares, contestaba yo a su email, pueden terminar
convirtiéndose en actos de parvulillos frente a los nuevos movimientos que,
apoyados en conocimientos sociales y psicológicos, están destinadas a calar en
un electorado ingenuo y falto de sentido crítico a través de los medios y las
redes.
Como ves, mucha tela para este corto encuentro que
tenemos tú y yo al final de cada día. Así que prepárate a escucharme. De
momento tengo que decirte que sí, que nuestro ruiseñor, pese al estado de gravedad
de este mundo, sigue cantando entre las ramas de los olmos como si su presente
amoroso fuera a durar toda la vida.
(Me dicen que el propietario del vídeo no permite reproducirlo en blogs. Os pongo aquí el vínculo correspondiente. Lo podéis copiar y ponerlo en el navegador. Espero que sea funcione).
https://youtu.be/JZQsAp6jhyw
(Me dicen que el propietario del vídeo no permite reproducirlo en blogs. Os pongo aquí el vínculo correspondiente. Lo podéis copiar y ponerlo en el navegador. Espero que sea funcione).
https://youtu.be/JZQsAp6jhyw
Del documental
quiero decirte que se trata de una interesante producción sobre cómo muchas
mujeres descubrieron su cuerpo y se fueron abriendo paso entre los obstáculos
de la gazmoñería, la religión y una educación insensatamente castrante.
Complejos, sentimientos de culpabilidad, eso es pecado, el enfrentamiento
solitario en la temprana adolescencia a las revoluciones del cuerpo, el descubrimiento
del placer de tocarse, las conminaciones del confesor, al final el inconfesable
y placentero encuentro con el propio cuerpo. Estas cosas. Y entonces el
documental me parece tan interesante que tomo el vínculo del mismo y se lo
mando a una amiga de Gijón.Y ella me pregunta que qué pienso yo de lo que allí
se dice. Y se lo digo y a continuación me contesta diciendo que no es
desconocimiento sino que la educación, la religión y la sociedad machista han
hecho estragos en las mujeres. Y añade que todo esto es lo que los hombres no
acabamos de comprender. Y, cómo, me digo, amigo diario, aquí hay tela del
feminismo más rancio, ese tipo de feminismo del que Ortega y Gasset decía que
es lo mismo que el machismo pero al revés.
Y entonces le
contesto que eso es volver a discusiones de la otra vida, cuando ella era
jovencita, mientras que ahora, frisando los sesenta, la vida era otra. Le digo
que ahora ya hemos crecido y somos mayores y tiempo hemos tenido de hacer de
nosotros lo que hemos creído oportuno. Seguir echando la culpa a la religión o
al machismo después de haber cumplido más de cuarenta años me parece querer
escurrir el bulto de lo que corresponde en todo caso a un trabajo de madurez
que quizás no se ha hecho. Cierto que pudimos ser afectados mucho por el
comportamiento de curas, monjas o educación franquista, pero ello me parece una
muletilla que los adultos deberíamos dejar de utilizar para justificar nuestra
indolencia, la indolencia de no habernos puesto al día y haber trabajado en
nuestra personal educación. Alguien que sigue pensando de mayor que a los niños
los traen la cigüeñas o que los Reyes Magos vienen de Oriente portando los
regalos a lomos de sus camellos, sinceramente lo que se puede decir de él es
que no ha crecido. No tienen la culpa los padres de que ese niño siga pensando
de de esa manera. Somos adultos y si todavía acarreamos dificultades en asumir
una sexualidad acorde con nuestro pensamiento, los únicos y exclusivos
culpables somos nosotros. Si alguien mayorcito no es capaz de masturbarse,
tocarse el pito o el chichi y pasárselo bien con ello, y quien dice eso puede
decir compartir la cama con la vecina, el vecino o cualquier persona del género
que sea, sin que el peso de la culpa caiga sobre él como un martillo pilón, no
se puede responsabilizar de ello a nadie que no sea él mismo.
Quizás el uso del lenguaje vulgar le quite respaldo
conceptual a esto, pero tanto monta. No merece aquí la pena hablar del
erotismo, ese gran arte que ha acompañado en su evolución a las otras artes de
la música, la pintura o la literatura a lo largo de todos los tiempos, arte
además de humana caricia entre humanos, y que muchos con la cabeza semivacía
sólo interpretan con palabras como follar o echar un polvo, cuando no como el
movimiento de la palanca de cambio adelante y atrás de su automóvil. No merece
la pena, no lo entenderían. A buen entendedor las palabras sobran. Ponerse
hablar del cariño, de las caricias, del placer de rozar con las yemas de los
dedos otro cuerpo, es un lenguaje que las gentes del al pan, pan y al vino,
vino nunca van a comprender.
Amigo diario, ya te decía yo que mis palabras, que son
a veces como el agua, podrían escurrirse hacia aquí o allá y perderse por
derroteros inesperados. Debería seguir contándote, esas ganas de hablar y
reflexionar sobre algunos asuntos, pero entiendo que además de ti seguro que
algún otro querrá meter sus narices en esta línea e iba a ser muy cansado
extenderse, así que mañana continuamos, ¿eh? Además llevo un par de días sin
jugar al ajedrez y es algo que no puedo abandonar otra vez porque presiento que
está lubricando mi memoria y mi atención, cosas también importantes, que no
sólo de culos, aunque sean de melocotón, vive el hombre.

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