martes, 28 de abril de 2020

Tócate mucho




El Chorrillo, 27 de abril de 2020

Amigo diario, está mañana me apremian algunos asuntos de procedencia curiosa, de una parte es la imagen de aquel cómico genial, Harold Lloyd, agarrado en su escalada a las manecillas de un reloj y que me envió un amigo en un artículo para puntualizar que aquello de “más madera” que yo atribuía días atrás a El maquinista de la General en realidad pertenecía a los hermanos Marx (pecatta minuta, que diría aquel) y que bien puede servirme para hablarte esta mañana de esa suspensión del tiempo que se ha producido a mi alrededor desde que el bichito, viajero de grandes distancias, aterrizó por aquí procedente de China. De otra, querría hablarte de cierto documental que vi hace unos días titulado Tócate mucho. Un relato sobre las mujeres, sus cuerpos y el placer, y por último, si es que no se añade otra cosa, comentarte que ayer, tras mi promesa de no abrir un periódico mi acercarme a las redes por un tiempo, volví a asomarme a ellos. Nada, todo seguía más o menos igual en el patio de la mass media, más de lo mismo, gente que no mogollón saltándose el confinamiento, la patronal pasándose por los mismísimos los muertos que pueda acarrear el que ellos puedan seguir convirtiendo el esfuerzo ajeno en oro propio, la oposición etc. Bueno, que seguía candente la estrategia del fascio para desplegar su batería de técnicas propias de un manual de manipulación informativa que busca el beneficio de su propia agenda política. El documento sobre esto último me lo enviaba Cive por email. Si tienes interés lo puedes encontrar aquí;  es una lectura muy instructiva. Le contesté brevemente: Lo leo por encima, es obvio que tras todo esto hay una sofisticada maquinaria, técnicamente muy estudiada, para entontecer al personal. Las estrategias diplomáticas y militares, contestaba yo a su email, pueden terminar convirtiéndose en actos de parvulillos frente a los nuevos movimientos que, apoyados en conocimientos sociales y psicológicos, están destinadas a calar en un electorado ingenuo y falto de sentido crítico a través de los medios y las redes.
Como ves, mucha tela para este corto encuentro que tenemos tú y yo al final de cada día. Así que prepárate a escucharme. De momento tengo que decirte que sí, que nuestro ruiseñor, pese al estado de gravedad de este mundo, sigue cantando entre las ramas de los olmos como si su presente amoroso fuera a durar toda la vida.





(Me dicen que el propietario del vídeo no permite reproducirlo en blogs. Os pongo aquí el vínculo correspondiente. Lo podéis copiar y ponerlo en el navegador. Espero que sea funcione).
https://youtu.be/JZQsAp6jhyw
 Del documental quiero decirte que se trata de una interesante producción sobre cómo muchas mujeres descubrieron su cuerpo y se fueron abriendo paso entre los obstáculos de la gazmoñería, la religión y una educación insensatamente castrante. Complejos, sentimientos de culpabilidad, eso es pecado, el enfrentamiento solitario en la temprana adolescencia a las revoluciones del cuerpo, el descubrimiento del placer de tocarse, las conminaciones del confesor, al final el inconfesable y placentero encuentro con el propio cuerpo. Estas cosas. Y entonces el documental me parece tan interesante que tomo el vínculo del mismo y se lo mando a una amiga de Gijón.Y ella me pregunta que qué pienso yo de lo que allí se dice. Y se lo digo y a continuación me contesta diciendo que no es desconocimiento sino que la educación, la religión y la sociedad machista han hecho estragos en las mujeres. Y añade que todo esto es lo que los hombres no acabamos de comprender. Y, cómo, me digo, amigo diario, aquí hay tela del feminismo más rancio, ese tipo de feminismo del que Ortega y Gasset decía que es lo mismo que el machismo pero al revés.
 Y entonces le contesto que eso es volver a discusiones de la otra vida, cuando ella era jovencita, mientras que ahora, frisando los sesenta, la vida era otra. Le digo que ahora ya hemos crecido y somos mayores y tiempo hemos tenido de hacer de nosotros lo que hemos creído oportuno. Seguir echando la culpa a la religión o al machismo después de haber cumplido más de cuarenta años me parece querer escurrir el bulto de lo que corresponde en todo caso a un trabajo de madurez que quizás no se ha hecho. Cierto que pudimos ser afectados mucho por el comportamiento de curas, monjas o educación franquista, pero ello me parece una muletilla que los adultos deberíamos dejar de utilizar para justificar nuestra indolencia, la indolencia de no habernos puesto al día y haber trabajado en nuestra personal educación. Alguien que sigue pensando de mayor que a los niños los traen la cigüeñas o que los Reyes Magos vienen de Oriente portando los regalos a lomos de sus camellos, sinceramente lo que se puede decir de él es que no ha crecido. No tienen la culpa los padres de que ese niño siga pensando de de esa manera. Somos adultos y si todavía acarreamos dificultades en asumir una sexualidad acorde con nuestro pensamiento, los únicos y exclusivos culpables somos nosotros. Si alguien mayorcito no es capaz de masturbarse, tocarse el pito o el chichi y pasárselo bien con ello, y quien dice eso puede decir compartir la cama con la vecina, el vecino o cualquier persona del género que sea, sin que el peso de la culpa caiga sobre él como un martillo pilón, no se puede responsabilizar de ello a nadie que no sea él mismo.
Quizás el uso del lenguaje vulgar le quite respaldo conceptual a esto, pero tanto monta. No merece aquí la pena hablar del erotismo, ese gran arte que ha acompañado en su evolución a las otras artes de la música, la pintura o la literatura a lo largo de todos los tiempos, arte además de humana caricia entre humanos, y que muchos con la cabeza semivacía sólo interpretan con palabras como follar o echar un polvo, cuando no como el movimiento de la palanca de cambio adelante y atrás de su automóvil. No merece la pena, no lo entenderían. A buen entendedor las palabras sobran. Ponerse hablar del cariño, de las caricias, del placer de rozar con las yemas de los dedos otro cuerpo, es un lenguaje que las gentes del al pan, pan y al vino, vino nunca van a comprender. 
Amigo diario, ya te decía yo que mis palabras, que son a veces como el agua, podrían escurrirse hacia aquí o allá y perderse por derroteros inesperados. Debería seguir contándote, esas ganas de hablar y reflexionar sobre algunos asuntos, pero entiendo que además de ti seguro que algún otro querrá meter sus narices en esta línea e iba a ser muy cansado extenderse, así que mañana continuamos, ¿eh? Además llevo un par de días sin jugar al ajedrez y es algo que no puedo abandonar otra vez porque presiento que está lubricando mi memoria y mi atención, cosas también importantes, que no sólo de culos, aunque sean de melocotón, vive el hombre.

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