domingo, 18 de mayo de 2025

Lo que no se dice es lo que importa

 



El Chorrillo, 18 de mayo de 2025

Esta mañana me despertó una urraca. Estaba como un tronco y ese animalejo blanquinegro supo entrar por la puerta de la cabaña abierta de par en par, pero una vez dentro su azoramiento le impedía encontrar la salida. Total, que se posó sobre mi cabeza y al ver que esta se movía bruscamente salió espantada a darse de golpes contra los cristales. Me fue fácil agarrarla y echarla sin contemplaciones fuera de la cabaña. Con semejante intrusión en mi sueño ya fue imposible volverme a dormir.

Repuesto de ese repentino despertar, recordé una idea que había retenido la noche anterior, “lo no dicho es lo que importa”. La afirmación pertenecía a Foucault, que algo tenía que ver con unas líneas que recibí de Enrique. Decía éste que “el silencio -lo no dicho- ante situaciones límite como la pérdida de un ser querido, se convierte en un lenguaje poderoso, capaz de transmitir emociones para las que una enciclopedia resultaría insuficiente. El silencio habla ante el dolor insoportable de la muerte, ante la belleza extrema de un paisaje montañoso que roza lo sublime, ante el amor profundo entre las personas... Es entonces cuando el silencio se carga de significado, transmitiendo emociones de una manera única y profunda”.

La llamada al silencio de Enrique se movía en un contexto. Se trata de un silencio nacido del recogimiento en uno mismo como producto de un algo que nos conmociona. “Lo sublime, arrebata”, escribió una vez Martínez de Pisón, refiriéndose a las montañas.

Lo no dicho, ese silencio, sería algo así como el reconocimiento de un espacio privativo en el cual el sujeto, encerrado en su yo, es plenamente receptivo a sus propias emociones, un estado en que la razón no tiene parte alguna, un espacio en que los sentimientos que brotan dentro de sí adquieren una relevancia esencial. Lo que sucede en el individuo, en su interior, lo no dicho es lo que importa.

Expresar no obstante lo que normalmente no se dice, cierta intimidad, ciertas ideas que pueden chocar con el ambiente en que puedan ser manifestadas, pone el foco en un escenario totalmente diferente. En este caso lo no dicho pasa del ámbito íntimo y personal a otro social. Que los asuntos esenciales para una persona queden a buen recaudo o no depende de lo que ésta desee hacer con ellos. La historia de la poesía rebosa de ese mundo íntimo que la intimidad del poeta permea transformándolo en versos.

Le decía a Enrique esta mañana que en esas situaciones en las que el silencio se carga de significado, éste a veces pide también la concurrencia de ese grito a voces interior que despierta la conciencia de la vida y la muerte, pidiéndonos un lápiz y un papel para expresar el curso de las emociones que estamos viviendo. Citar las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, da idea de lo que quiero decir. No fue el silencio, ese lenguaje poderoso que citaba mi compañero, el que guardó el poeta.

En un plano muy diferente ajeno a la intimidad, queda no obstante claro que en general la importancia de lo que no se dice suele ser lo suficientemente relevante como para tenerlo en cuenta a la hora de considerar todo cuanto oímos y vemos, conversaciones, periódicos, afirmaciones de los políticos, de gurús, de tutti quanti… En casos así, eso que llamamos leer entre líneas, más vale estar en guardia. En el ámbito de la comunicación social lo no dicho tiene un papel de acreditada importancia si tenemos en cuenta que no sólo los enunciados explícitos son portadores de mensajes. Los silencios, lo no dicho por sobrentendido, o lo no dicho como estrategia, como cinismo, hipocresía o por interés del emisor, juegan un papel esencial en la comunicación. Hay silencios que matan… también.

“La verdad no es simplemente lo que se enuncia, sino lo que ha sido autorizado a ser dicho dentro de un régimen específico de saber y poder”. Hay silencios impuestos, cosas que no se pueden decir, y otras que no se quieren decir. Estos silencios hablan: revelan estructuras de poder, delimitan el campo de la comunicación y configuran lo que en una sociedad se puede o no decir.

También callar. Callar  puede ser una forma de mantener la intimidad a salvo, un modo de evitar ser encapsulado por los detentores de algún tipo de poder. No estar presente en las redes, no manifestarse, no expresar tus preferencias es un modo de defensa contra la intromisión de Meta o cualquier otro organismo que quiera utilizar nuestra información para fines ajenos a nuestra voluntad.

 

 

 

 

 

 


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