martes, 29 de abril de 2025

Pasar a limpio el borrador (de la vida)

 



El Chorrillo, 29 de abril de 2025  

Dejo a un lado el último volumen de los Diarios de Chirbes que he comenzado esta noche. He sido interrumpido de mala gana por la llegada de la luz. Esta noche hubiera preferido permanecer frente al fuego de la chimenea siguiendo en la oscuridad los derroteros de Chirbes por la Odisea o los diarios de Jünger, todo un recreo para este lector al que dejó el segundo volumen de los diarios un tanto cansado por las reiteradas dolencias del autor. El comienzo de este tercer volumen promete. Cita Chirbes un fragmento de los diarios de Ernst Jünger: «La experiencia y la vida están insuficientemente acordadas entre sí. Nos vemos forzados a dejar la mesa de juego cuando por fin hemos llegado a conocer las reglas. En el momento en que ya nos sentimos realmente a gusto en el vestido espiritual, el corporal está gastado». Se trata de una apreciación en la que pienso con frecuencia no tanto por que haya llegado a conocer las reglas como por la sensación de que la edad te va acercando más y más a la comprensión y al conocimiento de la realidad y la historia. La sensación de que cada vez estas más cerca de poder encaminarte hacia ese conocimiento para cuya comprensión real ya no tendrás tiempo porque antes tendrás que “abandonar la mesa de juego”.  

En ocasiones, cuando converso con mis hijos, me asalta un pensamiento controvertido que está relacionado con la edad, más bien con los treinta años que  separan mi experiencia de la vida de la de ellos. Intuyo que hay algo en esa diferencia de experiencia entre ellos y nosotros, y que probablemente no tiene que ver con el conocimiento en sí, que es lo que marca mucha de la disparidad con la que abordamos algunos asuntos. No puedes simplemente argüir con ellos como argumento ante determinadas propuestas encontradas, que tienes más experiencia que ellos, sin embargo, y aunque no sepas exactamente en qué consiste, ese tener más experiencia, sí es cierto que el modo en cómo ha calado la vida en ti, cómo te has ido abriendo paso en ella, cómo concibes y vives el día a día, aunque no llegues a expresarlo de manera que ellos puedan comprenderlo, marca una diferencia que está lejos de resolverse en respuestas claras. La expresión de que cada generación es hija de su tiempo, nos puede mostrar alguna de las razones que determinan las diferencias del modo de pensar ante cuestiones puntuales; sin embargo, entendiendo que llegar a comprender las reglas del juego, tal como afirma Jünger, lleva toda una vida, ello nos remite a una clase de comprensión que va más allá de la diferencia generacional basada en los cambios históricos y sociales, cambios tecnológicos, evolución de los valores éticos y culturales, condiciones económicas, educación, etcétera.  

¿Qué significaría ir más allá en este contexto? Trato de entenderlo y creo que tiene que ver con ciertos valores universales relacionados con la justicia, la equidad, el esfuerzo, la dignidad o la verdad. Cuando conversamos entre distintas generaciones pareciera que partiéramos de la referencia de mundos diferentes, y a veces sí es así; por ejemplo, nosotros hemos viajado con nuestros hijos, de niños y adolescentes, meses enteros de verano por toda Europa, Israel o el Magreb sin pisar jamás un hotel o un camping, y siempre pernoctando allí donde nos pillara la noche, fuera en el centro de París, Berlín, Viena, playa o montaña. Nuestros hijos, adultos ya, a excepción del más joven, Mario, no siguieron nuestros pasos; ellos necesitan hacer uso de hoteles, aviones o campings. Es un ejemplo, pero naturalmente esta diversidad en el modo de entender el viaje, y con ello la seguridad, la incertidumbre, la economía y el sentido de la aventura, tienen a la fuerza que marcar una percepción de la vida y, en este caso la aventura o el viaje. El ejemplo podría extenderse a otras circunstancias que refuerzan la importancia del modo en cómo se ha vivido e interpretado la realidad.

Y  teniendo en cuenta esto, que ya supone una percepción de la vida ciertamente diferente, es evidente que desde las distintas posturas no será fácil ponerse de acuerdo sobre conceptos tales como libertad, seguridad, concepción de la economía, confort frente austeridad, etcétera. ¿Cómo puede hacerse entender alguien para quien viajar significa incertidumbre, aventura, autonomía, convivencia con la gente de los países que visitas, libertad,  incertidumbre, con otros para quien viajar es que una agencia de viaje te prepare hasta el último detalle un itinerario en grupo? Podría seguir poniendo ejemplos de vidas dispares, las de aquellos para los que la comodidad y el confort son prioritarios y prefieren subir a las montañas de los Alpes en teleférico frente a los que lo hacen a pie o escalando. No es que se trate solamente de gustos diferentes, ambas actividades son respetables, pero indudablemente las experiencias y sensaciones sacadas en una y otra actividad son totalmente distintas e imprimen una experiencia vital diferente que a la fuerza tiene que proyectarse sobre el modo de pensar.

La certeza de que la experiencia es determinante a la hora de formarte un criterio sobre la realidad, es la que te puede llevar a expresarte con personas de una generación anterior a la tuya con ese cierto antipático aire de quien ha vivido unos cuantos años más. Y ello sabiendo que sólo estamos en el camino, que ni siquiera a las puertas del sanseacabó llegaremos a comprendernos del todo a nosotros mismos ni a la realidad que nos rodea. Carmen Martín Gaite en su novela Qué raro es vivir, pone en boca de uno de sus de sus personajes lo siguiente: «Las vidas van siempre en borrador, tal que así las padecemos, nunca da tiempo a pasarlas en limpio». 

Estamos siempre en un proceso continuo de formación y comprensión y parece innegable que en esa formación y comprensión la experiencia tiene un papel relevante, si bien no nos dé tiempo por más que queramos a pasar a limpio el borrador de lo que es de cierto nuestra vida. 

 

  

 

 

 

 

 

 


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