El Chorrillo, 23 de abril de 2025
Tengo la impresión de que este diario no es
otra cosa que el necesario ejercicio de mantenimiento que el cuerpo y mente
necesitan para no fosilizarse y no ser presa fácil de un mundo constantemente
reconducido a las líneas de un dictado que a través de las redes y los medios
de comunicación nos están birlando constantemente el conocimiento de la
realidad. Ejemplos en la actualidad es la postura totalmente belicista de
Este ejercicio de reflexión un día sí y
otro también para que no nos den gato por liebre constantemente, exige
acercarse a los asuntos con cautela y con una enorme lupa en la mano. Mera
introducción para un tema que me surgió esta mañana cuando supe de cierta gente
que se molesta por el hecho de encontrar en uno de mis post la palabra
“mediocre”. Un asunto que quizás tenga que ver con aquel dicho de quien se
pica, ajos come. Aparte la broma y considerando que todos, el noventa y algo
por ciento de la población de este planeta pertenecemos a la clase de los
mediocres, la excelencia no abunda en el planeta Tierra, no estaría de más que
la observación nos sirviera, acaso, para intentar zafarnos, en la medida de lo
posible, de ella.
Un ejemplo baladí. En una tertulia de un
grupo de personas donde es muy difícil salir de las obviedades y de hablar del tiempo
que hace, si alguien intenta meter el cazo para sacar del bucle de lo anodino
al grupo, y lo único que consigue es que los otros sigan hablando
interminablemente del tiempo, si quisiéramos referirnos a este grupo ¿cómo lo
calificaríamos? Añado que el hecho de que nadie, absolutamente nadie, conteste
un largo comentario en una tertulia así, se parece mucho a esa situación que se
produce cuando das los buenos días a alguien y este alguien te da la callada
por respuesta. ¿Cómo saber si el juicio que me merece la situación debo
atribuirlo a los tertulianos o al grupo en general? La imprecisión del uso del
lenguaje puede llegar a ser bastante usual cuando atribuimos a una generalidad,
a una colectividad, determinados comportamientos que tanto cabría adjudicar a
unos pocos como a la mayoría. Podemos decir que los israelitas o los
estadounidenses son unos asesinos cuando nos referimos a los asesinatos
sistemáticos que cometen o han cometido a lo largo de la historia estas
naciones. No es justo, pero se usa con prodigalidad, acaso porque el lenguaje no
es perfecto. Hablamos mal o bien de los policías, los curas, los de derechas,
los de izquierda, los políticos, los católicos, con tanta facilidad que
necesario sería puntualizar y expresar con más precisión a qué nos referimos. Los
tertulianos aquellos ¿son un peñazo? ¿o lo son sólo alguno de sus componentes?
Parece como si estuviéramos diseñados para
un uso abusivo de la generalización. Y recuerdo aquello que escribiera
Stevenson de que sólo generalizan los estúpidos. Sin embargo así parece que
funcione el mundo. Tenemos escasa propensión a separar a las personas como tal
del conjunto al que pertenecen. En
En uno de nuestros viajes por Latinoamérica
conocimos a varios viajeros israelíes con los que convivimos algunos días.
Recuerdos de excelentes jornadas de compañerismo y aventuras comunes. Todavía
tenemos un buen recuerdo de ellos, y sin embargo hoy en día oír esa palabra,
israelí, produce desazón e indignación. De un antiguo viaje que hicimos a
Estados Unidos, Alaska, lo que nos trajimos fue la afabilidad de mucha gente,
la gentileza de un policía de la frontera, la cordialidad de tantas personas
con las que nos relacionamos; sin embargo la palabra norteamericano nos lleva a
los mayores horrores que se han perpetrado en la historia de la humanidad. La
lista en este sentido sería infinita.
En la historia son responsables de tanto
escarnio aquellos en cuyas manos estuvieron las tomas de decisión, pero lo que
ello provoca subsiguientemente casi siempre son horrores en cadena en los que
las pasiones desbocadas hacen de personas corrientes, torturadores, violadores,
delatores, criminales sin escrúpulos. La guerra abre la caja de los truenos y
el horror está servido. Aquello de que el hombre es bueno por naturaleza encierra
un relativismo fuertemente influenciado por las circunstancias, y si las
circunstancias le son contrarias lo que despierta en él es míster Hyde, es
decir lo contrario que mantenía Rousseau, que lo dormido en nosotros es nuestra
naturaleza negativa y destructiva; es decir aquello que sostenía Hobbes, quien
creía que el hombre es naturalmente egoísta y que la civilización es necesaria
para contener sus impulsos destructivos. Doctor Jekyll, el respetado médico londinense, desarrolla
una poción capaz de separar sus dos naturalezas: la bondadosa y la malvada. Al
principio Jekyll disfruta de la libertad de que le proporciona la falta de
escrúpulos, pero con el tiempo la cosa se le escapa de las manos y Hyde
comienza a dominar, llevándole a consecuencias trágicas.
Pero sí, acaso me salgo algo del tema. No obstante,
la última parte del párrafo anterior lo que sugiere es qué fue primero, el
huevo o la gallina. Si el hombre es por naturaleza egoísta o por el contrario
nace angelical y es la sociedad la que le pervierte. Sea nuestra primera
naturaleza egoísta o bondadosa, lo que sí parece es que la naturaleza de
nuestro ser social de algún modo mediatiza nuestro comportamiento primero. La
sociedad, el grupo, la tribu, se constituyen en la bolsa amniótica en la que
con mayor o menor ganas flotamos. Ella es nuestro refugio y por tanto todo lo
que atañe a ella nos concierne. Existe una inevitable dependencia de la
comunidad que probablemente marca nuestra tendencia a la generalización,
atribuyendo a la tribu, al colectivo social o grupo, lo que sólo es propio de
una pequeña minoría; los chinos son esto o lo otro, los latinos, tal y cual,
los antidisturbios… etcétera. Nos refugiamos en la colectividad, pero cuando
los engranajes de la colectividad no encajan sus dientes con los del individuo,
nos encontramos con la dificultad de nombrar a dicha colectividad en base a que
no todos obedecen a un mismo denominador. Conclusión, que no es el grupo el
mediocre, el asesino, el bendito, sino que son la mayoría, la minoría o unos
cuantos a los que debemos calificar con el término que sea.
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