domingo, 23 de febrero de 2025

Valer más, valer menos


Se lo recuerdo a mi diario para que no pille de sorpresa :-)


El Chorrillo, 24 de febrero de 2025

Caí después de escribir el texto que sigue que ese “Valer más, valer menos”, acaso fuera primo hermano de aquel “ser o no ser”, de Shakespeare. Si tengo en cuenta esa posible similitud tendría que repasar el post, pero a las dos de la mañana considero que ya es demasiado tarde para ello. Así queda:

Un comentario de Latido Alpino a mi post último sobre Silvia Vidal: “Admiro profundamente sus actividades (las de Silva Vidal) y es una gran inspiración. Sin embargo, ¿Por qué sentirse inferior por ser “un simple caminante”? ¿Es que hay actividades que te hacen valer más?”. La reflexión la  corrobora Glauco Muratti desde el otro lado del océano con un “muy interesante”. Me gusta pero no estoy del todo de acuerdo con ellos. Me gusta y me invita a matizar mis propias reflexiones cuando el otro día hablaba de Silvia Vidal. Creo que entonces no llegué a expresarme bien del todo, o si se quiere que a la vista del comentario de Latido, éste me invita a reconsiderar algo de lo que dije allí. Cuando se afina tanto como lo hace Latido, es obligado matizar o incluso reconsiderar lo que uno ha escrito. De principio siento que efectivamente que “el mejor” o “el peor” no es una buena medida, sin embargo sentirse poquita cosa sí creo que se ajusta a lo que yo querría decir. Todos somos iguales pero muy distintos, es una paradoja que funciona. Silvia es igual que cualquier otra mujer, pero es enormemente distinta a las otras mujeres.

Escribo al tiempo que intento aclararme. Voy a ver si algún ejemplo me ayuda a ello. Cuando estoy solo en mitad de una tormenta en una tienda de campaña de 75 centímetros de ancho por 190 de largo, me siento poca cosa, insignificante en medio de ese terrible y magnífico escenario. Cuando leo a Silvia, una persona tan humilde como Carlos (Soria), me sucede algo parecido. Sí, ya sé que no son situaciones comparables, sin embargo es algo que tiene que ver con el mundo de las sensaciones, no con un sistema de pesas para medir. Cuando estamos jodidos nuestras sensaciones son diferentes a cuando no lo estamos, allí nuestra estima suele ser baja, mientras que en el segundo caso sucede lo contrario. En el mundo en que vivimos la competitividad está a la orden del día, una sociedad que pretende jerarquizar todo, que tiende constantemente a medir en función de los demás, fulanito ha hecho un 8c y menganito no pasa de un 5+. En las Olimpiadas todo se centra en conseguir el oro, ser el primero. Tenemos hecho el cerebro y el hábito a establecer criterios comparativos que además suelen estar relacionados con el refuerzo o rechazo social. Yo acostumbro a huir como de un incendio de ese espíritu competitivo y sin embargo sí encuentro en mi percepción esa dimensión que valora las diferencias que se dan entre las personas.

¿Es que hay actividades que te hacen valer más?, pregunta Latido. Creo que sí, y hablo exclusivamente desde el punto de vista privado y personal. Valer como capacidad de sufrimiento, de esfuerzo, de creatividad; vales más para ti mismo si logras sobreponerte a la pereza y a la desidia, si en vez de ser un vago de mierda consigues saltar sobre un listón que te has impuesto. “A nadie se le ha entregado un gramo de belleza ni de sabiduría sin una dosis de sufrimiento” (Rafael Chirbes, Diarios). Ahora, cuando queremos trasladar ese “valer” fuera del yo para compararnos con los otros en ese ámbito social que busca jerarquizar a las personas, el concepto “valer” ya no me sirve. No sé si consigo aclararme del todo en este laberinto en donde el sentir, el ser y el valer se mezclan de manera tan íntima. No me sirve ese todos valemos lo mismo.

Latido dice lo siguiente también: “¿Y si todos y todas valemos lo mismo.. si no necesitamos hacer para valer.. y si ya somos valiosos? Cada uno con su proceso y camino, fortalezas y debilidades…”. Contestando a esto le decía que de lo que yo hablaba era de sensaciones, de sentirte, no que seas más o menos, de encontrar que tu valor, el enfrentamiento a tu soledad o tu incertidumbre es diferente a la de los otros. Cuando yo me encuentro ante una incertidumbre, por ejemplo en montaña, en general no la sobrepaso, prefiero ir sobre seguro (no siempre) y en situaciones así me suelo dar la vuelta, sea por la edad o por lo que sea. Silvia sin embargo vive la incertidumbre como un reto, está en su salsa frente a ella, y es con sus proyectos con los que trata de forzar esa incertidumbre. Dos actitudes diferentes. Quizás debería huir de un concepto de mejor/peor, más grande/más chico y enfatizar que sí, que simplemente somos diferentes, pero existen matices. Yo, por ejemplo,  que supero ya la mitad de los setenta no me siento ni peor ni mejor que Carlos (Soria), pero él haciendo lo que hace teniendo nueve años más que yo, no sólo me sirve de ejemplo para seguir en la brecha, sino que además al sentirlo más fuerte, más tenaz, con mayor experiencia y empeño, me marca de algún modo una ruta. Mi padre a mi edad  se encerró en una residencia, se sentía incapaz tras la muerte de mi madre de llevar una casa; yo a su misma edad ya empiezo a tener en mente una nueva travesía por Alpes entre Niza y el mar Adriático el próximo verano. Dos formas de contemplar la vida. Todos somos responsables de nuestras vidas y hacemos de ella lo que queremos o podemos, o no hacemos nada y dejamos que la cosa nos lleve por donde venga el viento. Al peso valemos todos lo mismo. En otro sentido tendríamos que establecer que es lo que vale y qué no. ¿Vale lo mismo Ramón y Cajal que un robagallinas o cualquiera de esos políticos corruptos que pueblan el mundo? Pues no, por muy democráticos que queramos ser, es evidente que existen los que está más cerca del chimpancé que del hombre excelente. Existen los que empujan el mundo hacia adelante y los que sólo piensan en hacer dinero o tener la tripa llena. No somos iguales. Por tanto existen los que son valiosos y los que lo son menos, aunque ello no cambie la realidad fundamental: que apenas somos nada en el universo, que vivimos dos días, y como bien dices allá cada uno con su proceso y su camino.

Y por supuesto que hay actividades que nos hacen “valer” más, todas aquellas que nos obligan a ponernos de puntillas, a intentar comprender un texto difícil, a emprender una tarea dificultosa, a superar nuestras debilidades o subir a una montaña que requiere un esfuerzo extraordinario. ¿O acaso es lo mismo subir a la Jungfrau escalando que subirlo en el trenecillo suizo?

Y para terminar: “Pero ¿de qué huevos he estado escribiendo?”

 

 

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