miércoles, 22 de abril de 2020

De la belleza interior




Belleza: Cualidad de bello. Persona, animal
o cosa notable por su hermosura.

El Chorrillo, 22 de abril de 2020

Me escribe una amiga desde la ribera del Mediterráneo haciendo referencia  a unas palabras con que encabezaba mi post de ayer: “Me gusta esta mujer de arriba, me dice una amiga, transmite calma y belleza interior”. Hoy su guasap dice esto: Ayer, después de escribir lo de la belleza interior me quedé pensando qué querría decir eso que además sonaba un poco cursi. Y fíjate, vas y lo utilizas para tu post! Yendo un poco más allá, ¿es maleza lo contrario de belleza? La maleza interior sería más bien una maraña por la que es difícil abrirse paso, ¿pero implicaría maldad? Y la belleza entonces más que bonita ¿no será clara y diáfana?
Y como me parece una cuestión que requiere tiempo le mando unas líneas diciendo que espere a que termine mis rutinas matinales, quitarme las legañas, bailar, ducharme, hacer media hora de ejercicio, y que más tarde le contesto. No comprendo del todo lo que me quiere decir Nuria en sus últimas líneas; para un caminante maleza siempre tiene un lugar en el paisaje, que lo ameniza, que viste de color una ladera aunque la haga impenetrable; maleza serían las jaras en flor, los brezos de delicadas y diminutas campanillas, el oloroso romero. La maleza pues es maraña pero también sencilla belleza, un componente más en la hilatura de un tapiz que puede ser la ladera de una montaña o una turbera donde musgos y líquenes de colores cálidos son un regalo para los ojos.
Interesante cuestión esa de la maleza interior, le contesto. “¿Es maleza lo contrario de belleza? Yo creo que depende de cómo se interprete, continúo. Desde un punto de vista poético podría la maleza ser algo que amenizase la floresta interna de la persona en donde la belleza no sería siempre una totalidad extensa y sin obstáculos como un gran páramo, sino un ensortijado de encrucijadas en donde el primor de lo bello, como esa flauta en el andante mosso, de escena junto a un arroyo, de La Pastoral de Beethoven, irrumpiendo en medio de los violines y las violas, crean en su conjunto una belleza superior que viene de la conjunción y la alternancia de los matorrales con la neta belleza de las almas que la sustentan. Los matorrales subrayan la belleza de un rincón del bosque.
Desde otro punto de vista, como obstáculo o indeseable vegetación inútil, sería otra cosa. Pero me inclino por la primera interpretación. Me gusta más la concepción de la belleza como un escenario ameno en donde ésta nace de la heterogeneidad que brota de lo complejo para decantarse en un canto único que unas veces se manifiesta como plenitud y otras en comportamientos de personas que llaman a la humedad de nuestros ojos diciéndonos qué es hermoso y qué es feo e incluso abominable.
Pero Nuria no me cree y me contesta:
Nuria: Creo que el confinamiento empieza a afectarnos seriamente.
Yo: Me temo que lo que está dándonos el confinamiento es lucidez.
Nuria: Son juegos etimológicos. Food for thought.
Yo: Eso me gusta más. El placer del texto se hermana con el placer del juego. El resultado puede ser una bonita flor para adornar la mañana de este veintidós de abril.

Y de momento aquí queda nuestro guasapeo Madrid-Valencia, instante en que me llega otro guasap de un amigo. Antecedentes: él y yo discutimos días atrás desde posturas distintas sobre qué sea eso de las izquierdas y las derechas. Después de escribir el post de ayer, donde lo que estaba claro era que los términos derecha e izquierda no parecían los más adecuados para poner un poco orden en el panorama sociológico y saber quién es quien entre nuestros conciudadanos, le escribí unas líneas que decían: “Acabo de observar que has visto mi último post. Quizás tengas razón y eso de la izquierda y la derecha sea un modo erróneo de considerarnos unos y otros en relación a nuestras posturas respecto a lo que es el Bien y el Mal. En los vídeos e imágenes del post de ayer salta a la vista la verdadera razón de ser en que unos y otros nos movemos. Rosa y sus vecinos son un elocuente ejemplo de ello y por tanto de esa belleza interior que todos anhelamos”.
Él me cuenta: “Esta mañana he subido al casco histórico a revisar el piso y de paso a comprar el pan de la semana y la verdura... En el mercado, uno de los tenderos estaba señalando a los "chinos" como los causantes de manera voluntaria del virus… Al volver a casa a soltar los dos bolsos de fruta y verdura vi que la ventana del segundo estaba abierta y, desde la calle, a voces, me he puesto a llamar a mi vecina... su nombre es Wen Li y es la directora del instituto Confucio de Toledo, es china. Como he podido, con mi deficiente inglés le he dicho que dentro de unos minutos llamaría a su puerta para dejar un pequeño regalo... He ido a la tahona a comprar el pan de la semana y le he llevado un pan de pueblo con semillas y una cajita de palmeras de chocolate, las mejores que se hacen en Toledo... Este ha sido el mejor regalo que me puedo hacer a mí mismo... La clasificación en izquierdas o derechas, en cristianos o musulmanes, sabes que no la llevo bien, pero así está el circo montado…”
Le contesté brevemente: Ferdinand Celine, igual que Camus, escribió largamente sobre esa idea de que en el fondo de todo malvado hay un hombre bueno. Quizás esta crisis que pasamos esté sirviendo para desenterrar ese hombre bueno que todos llevamos dentro.
Me cuenta otras cosas y a vuelta, cuando le pido permiso para utilizar en mi post sus palabras, entre otras cosas que no vienen al caso me dice que no ha escrito nada estos días relacionado con la actualidad concretamente, pero que sí escribe sus reflexiones personales “a diario en un cuaderno cuadriculado de tamaño grande, donde al inicio de cada página siempre dibujo una flor, tal vez como símbolo de la belleza de la vida”.
X siempre me sorprende con la escueta sencillez de sus actos entre los cuales se abre paso una belleza interior encomiable que no deja de admirarme cada vez que tenemos la oportunidad de debatir algunas ideas. Así, cuando a la belleza interior se suma ese diario homenaje a la belleza de la vida, uno presiente que, prescindiendo de razones y argumentos que avalen un sentido moral acorde para alcanzar un bienestar común, lo cierto es que los caminos de la intuición que nos llevan a defender la belleza como bien superior, referencia y objeto de nuestro esfuerzo como personas, es por encima de todo un objetivo esencial en la vida.
Hoy, después de tanto dar vueltas a este asunto, una intuición por dentro me dice que quizás sea la belleza interior el bien más preciado a que toda persona puede aspirar.

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