miércoles, 24 de septiembre de 2025

Imaginando ser un perro o un gato

 



24/09/2025

Imagino ser un perro o un gato sentado en la parcela haciendo nada, mirando distraído el campo. Nada que leer, nada en especial en que pensar, un gato sin historia, sin pasado que cuando tenga hambre comerá y cuando tenga sed buscará el recipiente del agua. Algo así me siento yo esta tarde… y me gusta. He estado holgazaneando en el ordenador con un asunto de mapas… así, porque no tenía otra cosa que hacer, consciente de ese modo de perder el tiempo, pero a gusto. Ahora me he sentado frente a la ventana y miro cómo los aspersores echan chorros de agua sobre la parcela. Pienso en la muerte de Antonio, que es un modo de pensar en la poca importancia que puede tener esto o lo otro; pienso en los imbéciles de este mundo, el Pato Donald y todos sus semejantes, y en lo equivocados que están, pobres idiotas; pero especialmente pienso en la muerte a través de Antonio y de aquellos amigos y que han dejado de existir. He pasado dos meses y medio en las montañas y ahora, como le sucedía a aquel compañero de René Demaison que había cumplido un hermoso itinerario en los Grandes Jorasses y pasaba el verano en una terraza de Chamonix bebiendo cerveza mientras recordaba satisfecho aquella escalada, me paseo a ratos por el verano mientras los significados de lo que hago o no hago cada vez se diluyen más en una rutina que se me antoja rica y plácida.

Antonio preocupado por los asuntos del mundo, queriendo a su hija sobre todas las cosas, tratando de expresar con la fotografía o la pintura algo de lo que llevaba dentro. Y de pronto, zas, Antonio ya no existe. Todo eso que pensamos sobre los muertos… pues bueno, a burro muerto, cebada al rabo por mucho que nuestro cerebro elucubre por aquí y por allá, simplemente se acabó, para ellos y para nosotros. Las distracciones que buscamos con las cosas del mundo están bien, están bien en la medida en que no perdamos de vista la realidad que va tomando fuerza cuando piensas en gente cercana que se ha muerto.

Y de tanto en tanto servirte un plato de algo diferente, una excursión a la montaña, escribir, pintar, un buen libro, una obra de teatro. Como los estratos que el tiempo va formando sobre la superficie de la tierra en donde unos millones de años dejan depósitos en función de las tierras erosionadas de más arriba. Y nosotros, sentados a la puerta de casa, contemplándolos, viviendo el momento presente de nuestro Guadarrama, por ejemplo, un instante fugaz de esos trescientos millones de años en que se fue formando.

Cierto que apreciamos, tanto, esos momentos que dan consistencia a la existencia, cómo no. Sin embargo los hechos, las cosas, son lo que son. Si huimos de colocar una etiqueta de valor a esos hechos y dejamos correr la vida como ese riachuelo que se abre paso en la ladera del que hablaba ayer, ayer esto o lo otro, hoy pura contemplación, puro dejar pasar las horas, también es posible que sobrevenga esa especie de paz contemplativa que encuentra en la vida de un gato instantes de puro bienestar. Instantes que tanto pueden ser de simple recreo en el presente como destilación de los recuerdos sometidos a la percepción  tranquila y despreocupada del pasado. Me adormilo con el portátil sobre las piernas. Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz….

Sí, es que me he quedado frito con las manos sobre el teclado. Y al poco entra Victoria con la merienda y ya el discurso queda atrás cuando empieza a contarme de cierto programa, La Cafetera, y de la intervención de un tal Figaredo de Vox, pura risa, puro despropósito. Nunca he oído la radio, pero debería oírla alguna vez para desenchufar de mis constantes y reiterativas empanadas mentales, eso de recurrir a un gato o un perro, por ejemplo, para tratar de expresar no sé qué. ¿Tratar de ser una persona normal en lugar de buscar mi referente en una mascota? Acaso, quizás, sin embargo me temo que ser una persona “normal” no tiene nada de halagüeño. Mejor ser un poco rarito, que para el caso, ya me dirás. Esta mañana un amigo de Victoria hacía guasa en casa porque yo alababa la parte de esas cosas, enfermedades, aventuras, esfuerzos, de los que una vez salidos aprecias mucho mejor sentirte bien. Contaba él la historia de uno que ponía la polla en la vía del tren y de los aspavientos que hacía mientras el tren se la aplastaba. Visto por un amigo éste le pregunta que por qué hace semejante barbaridad. Es que cuando la cosa ha pasado me siento de puta madre, contesta. Pues eso, ni tanto ni tan calvo, aunque sigo pensando que comportarse como un gato o un perro tiene sus alicientes; al menos ellos no desbarran como en general lo hacen una gran cantidad de sapiens.

 


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