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Victoria, Noelia, Capri, un servidor |
El Chorrillo, 1 de junio de 2025
En un par de semanas me marcho por todo el
verano y me han entrado prisas por dejar todo terminado y al día, y
entre ello esta larguísima historia de los diarios de Chirbes que me tiene apresado desde hace meses.
También quiero terminar el libro de Silvia Vidal del que solo leo uno o dos
capítulos de vez en cuando. Luego está un libro que compré recientemente de
Robert Kagan que habla de lo jodido que está el mundo y la poca esperanza de
que esto mejore. Son libros que no podré leer caminando,
así que entre terminar estas lecturas y las tareas de la parcela que quiero
dejar lista hasta mi regreso al final del verano (eso si…) algo del espíritu de
las prisas se me está colando por dentro. Prisas en cierto modo por entrar en
otro mundo donde no exista el Pato Donald, Ucrania, el estado criminal de
Israel ni las sandeces de nuestra política interior atrapada en ceremonias de
distracción y asuntos de vergonzosa irrelevancia.
Se me añugan últimamente los asuntos del mundo, cada
vez más convencido de que las miserias y los miserables que las provocan son
parte constitutiva de la condición humana. Estamos hechos a la manera de
productos tan altamente maleables por las fuerzas de los intereses de pequeños
grupos de sapiens que será imposible en todo el tiempo que duren los hombres
sobre este planeta que consigamos regirnos por criterios de justicia y
racionalidad. Estamos primero de todo en manos de mayorías analfabetas
altamente manipulables en todos los aspectos, una mayoría que el Mercado, los
intereses de clase, la codicia o la simple idiocia manejan a su antojo en su
beneficio. Cosas sabidas de siempre pero que en determinado momento se hacen
evidentes, tan claras como lo que puedas encontrarte cuando sales de tu casa y
miras a la gente, los automóviles, los semáforos, la tiendas… Sales de tu casa
y la realidad es eso que ves a tu alrededor, real, palpable, natural. Si
salieras de tu casa y llegado al portal te encontraras con el paisaje abisal
del fondo del océano, te extrañarías, te sorprenderías, pero no es así, lo que
tenemos delante de nosotros es tan natural: la hipocresía, la corrupción, los
intereses de partido, los intereses económicos desmadrados hasta lo
inconcebible, los manejos, las mentiras, están tan a la orden del día, son tan
el pan de cada día, que ya no hay manera de indignarse. La atrocidad, el
genocidio, la indiferencia, como quien mira una serie de televisión, forman
parte de una cotidianidad tan asentada, que terminamos por perder totalmente la
sensibilidad ante el asedio del Mercado.
La burla de tantos políticos o el deseo desordenado de ganancia que
no sólo asedia a esos multimillonarios que encabezan el ranking mundial de la riqueza, sino que se encuentra
instalado no solo en las grandes corporaciones económicas como las
farmacéuticas, adquieren carta de identidad tanto en pequeños negocios como en
personas en particular.
Pero, naturalmente no sólo existe este
mundo, hay otro mucho más rico y atractivo, que es el que se encierra dentro de
cada persona, grupo, familia, que formando parte del otro nos permite, no
obstante, sustraernos a la violencia y a la desmesura del primero. Comenta Chirbes, mientras lee a Juvenal, que habla de la
vida cotidiana de
Tener a mano dos lecturas tan dispares como
la de Chirbes, volcado tantas veces en meter el
escalpelo de su análisis en los asuntos sociales y políticos, y la de Silvia
Vidal, tan atenta siempre a hacer de su propia vida el objeto de su pasión más
genuina, proporciona al ánimo del lector dos percepciones de la realidad que si
no te inclina a desentenderte totalmente de lo social, sí por lo menos pone en
contexto esa disyuntiva que hace del mundo un lugar poco habitable tomado por
intereses particulares, tantas veces intereses criminales, frente al otro mundo
personal tan necesitado de cuidado y cariño.
Días atrás especulaba Chirbes en sus
diarios sobre el ascenso hegeliano referido a esa síntesis que fue en Estados
Unidos
Ayer, en una larga tertulia tras la comida
con Capri y Noelia, que vinieron a visitarnos, hablábamos de estas cosas con
desesperanza pero conscientes también de que pese a la agresividad del mundo en
que vivimos y el rumbo, que no deseamos, que toma la sociedad en general y los
gobernantes de nuestro entorno en particular, pese a ello, los espacios
vivenciales de que disponemos a nivel personal y grupal, son realmente
prometedores para aquellos cuyo sentido de la libertad empuja a un rico mundo
de experiencias. Para ellos y para mí todo un trimestre pleno de naturaleza y
montañas. Ellos con sus notorias escaladas alrededor de todo el mundo, yo
haciendo de los Alpes mi hogar de los veranos. Una excelente síntesis entre la
realidad global y la personal. No sé si será ascenso hegeliano o no, pero creo
que cuando ellos y yo volvamos de nuestras montañas allá por el final del
verano, habremos avanzado un paso más en la comprensión del mundo: alejarse
para ver el bosque. El verano como paréntesis necesario para contemplar el
mundo con cierto sosiego y no morir en el intento.
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