El Chorrillo, 2 de marzo de 2025
Hoy en lo alto de la página de Cara de Libro me encontré con una entrada de Irene Montero que va a constituir mi entretenimiento matinal en tanto que siga en dique seco a la espera de que me den permiso para iniciar mis habituales ejercicios de mantenimiento. Es la primera vez que siento simpatía por esta mujer catapultada a la política por el macho alfa de su pareja y metida a embarullar la relación de hombres y mujeres con una empanada mental que hace estragos en el mundo del feminismo de nuestros días. Nunca me gustó su discurso simplista apuntando a erigirse ella y los suyos en el monopolio de la izquierda, intentando significarse a costa de ahondar las diferencias entre la gente de izquierdas, en vez de trabajar con todas sus fuerzas por un objetivo común. Significarse, querer aparecer ante el personal como más de izquierdas que el resto. Puro circo alimentado por ese viejo afán que olvida que sólo la unión hace la fuerza y que la demagogia viste de gloria y aplausos. Nunca me gustaron los productos del nepotismo, e Irene Montero por mucho que se quiera justificar es uno de esos productos. Que después creció y aprendió, nadie lo puede negar, pero desdice de su trayectoria política el origen nepótico de la misma, desdice ese entrar en el Ministerio de “Igualdad” con una ostentosa falta de preparación y con un discurso salido de un feminismo rancio corto de miras totalmente incapaz de entender la profundidad de las relaciones entre hombres y mujeres y por tanto midiendo con el rasero de sus obsesiones una complejidad que le era ajena. Que efectivamente dice verdades como puño, sí, pero ello no es patrimonio ni de ella ni de su partido, verdades que por obvias desde el pensamiento de izquierdas nadie ignora, pero que ella y los suyos querrían monopolizar desde todos los púlpitos.
Decía que hoy siento simpatía porque ante la situación en que hemos entrado, el cuerpo nos pide a muchos con extrema urgencia un parecido discurso al que esta mañana me he encontrado en FB en su muro: "EEUU no tiene aliados, tiene siervos a los que someter, expoliar y humillar. Es el momento de salir de la OTAN y construir un sistema de seguridad europeo: control estatal de empresas estratégicas y más servicios públicos; no más gasto en armas; control común del arsenal nuclear."
Muy cierto. Ahora, una cosa es predicar y otra muy diferente dar trigo. Dar trigo y contribuir con todas las fuerzas de la izquierda a solidificar objetivos prioritarios y dejarse de vistosas mandangas partidistas, muy justas seguramente, pero que el momento político o las circunstancias sugieren poner en segundo plano. Cuando las cuestiones de segundo orden, o prácticamente imposibles en el momento dada la distribución de fuerzas en el país, se colocan al mismo nivel de aquellos objetivos alcanzables, posibles y para ello se exhibe una especie de chovinismo de radicalidad, indecentemente teñido por los personalismos de alguno de sus líderes, quien sale perdiendo en la práctica es esa necesaria unión de la izquierda; quien pierde es el país. Las divergencias estratégicas, el liderazgo, las disputas internas y los personalismos, todo ello marginales a los objetivos principales que puede liberar la izquierda, han entorpecido desde siempre la cohesión de ésta. Si tenemos en cuenta que en enero de 2015 la encuesta del CIS, daba a Podemos un 23,9% en estimación de voto, superando al PSOE (22,2%) y acercándose al PP (27,3%), es fácil deducir que junto al trabajo de acoso y derribo de los medios y de la derecha para tumbar el crecimiento de Podemos, mucho debió de suceder en el núcleo que lo dirigía para que ellos mismos fueran ladrillo a ladrillo derribando los cimientos del edificio de confianza e ilusión que ellos mismos habían construido. Un equipo que no ha querido hacer una autocrítica a fondo desde su fundación hasta la separación de Sumar merece esa desconfianza general que le otorga su electorado. No son de fiar gente que no es capaz de agruparse, convivir y buscar objetivos coherentes con la realidad política del momento. No son de fiar gente que escudada en particularismos exhiben, como si se tratara de ver quién mea más lejos, su singularidad de muy de izquierda como marchamo de su idiosincrasia. Es que nosotros…
Y en este punto en donde a Irene Montero le cabe “la gloria” del premio nacional a la singularización. Tendrán ellas y sus colegas muy buenas ideas, pero viven metidos en una burbuja que les impide ver el bosque. Lo que no quita para que de tanto en tanto escuchemos con reconocimiento en nuestro propio interior los gritos con que ellos se expresan, que compartimos todos, pero que si hubieran arrimado el hombro de otra manera, si hubieran hecho una autocrítica real y constructiva, y rectificado y no decepcionando a medio país como sus personalismos y luchas internas, otro gallo cantaría. Culpables, ellos sí, que rompieron con las mayores expectativas que la izquierda había creado en este país en mucho tiempo, que rompieron en pedazos la ilusión que millones de personas depositaron en ellos. Ese es mi rencor, y de ahí arranca mi antipatía con personas como Irene Montero y un puñado más de personajes de la política de izquierdas que se perdieron en personalismos y con ello nos perdieron a nosotros.
De la falta de unidad y el coste electoral que tienen todas estas regañinas en la izquierda, son responsables sus líderes y allegados. Mientras la izquierda se desangra y lucha entre sí por asuntos baladíes en relación a los grandes objetivos que les unen, mientras se fragmenta, la derecha se cohesiona en torno a sus intereses estratégicos.
Bien eso de predicar, pero para dar trigo es necesario encontrar el medio y no socavar con pico y pala la cohesión de la izquierda.
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