viernes, 7 de febrero de 2025

Epicteto / Pepe Mujica

 



El Chorrillo, 7 de febrero de 2025

Esta mañana se me encendió el ánimo leyendo un titular en el que el tal Abascal usaba el lenguaje propio de las alcantarillas de donde ha salido. Total, que me puse a escribir y llené medio folio. Eso esta mañana, ahora con el elefante domesticado reconsidero el asunto y tomo el folio, hago una pelota con él y lo encesto en la papelera. Al tanto que estamos de las miserias que esta gente gesta en las podridas tripas de su inteligencia no merece la pena, prefiero ordenar algunas ideas que me surgieron anoche tras cerrar el libro que estaba leyendo.

Últimamente no me voy a la cama sin leer algún capítulo del Manual de vida de Epicteto. Ayer leí sobre la inteligencia y posteriormente escribí sobre ello, pero en la recámara de mi mente volaba constantemente el rostro de Pepe Mujica, esa entrevista y ese rostro que encabezaban mi post de ayer. Decía en algún lugar que cada siglo da sólo un puñado de hombres cabales y excepcionales. Mujica es uno de ellos.

Cuando miramos al mundo y a tantos indeseables personajes públicos que lo pueblan y contemplamos a su vez a qué aspira una mayoría de ciudadanos del mundo, es frecuente que se nos caiga el alma a los pies de desánimo. Tantas sandeces, tanto egoísmo, tanto chalado tras la moto que le venden a la vuelta de todas las esquinas, tanto criminal suelto, tantas mentiras que parece que jamás pudiéramos antes de morir tener la posibilidad de contemplar un mundo en donde el sentido común sea la norma.

Quién no ha oído muchas veces aquí o allá decir a Mujica tantas verdades, tantas llamadas al sentido común. Mujica ha sido agasajado por reyes, presidentes de gobierno, incluso por ricachones del mundo, y sin embargo cuántos toman nota de sus palabras. Lo tenemos ahí como se tiene en el perchero un abrigo o un paraguas, un jarrón de flores que adorna la conciencia de los ciudadanos; adorna nuestras vidas, pero quiénes vamos más allá, recogemos la antorcha que él nos brinda con su lógica de cajón.

Mujica debió de aprender mucho en sus siete años de cárcel, lo que aprenden los hombres de bien como Epicteto o a Marco Aurelio, pero desde luego su sabiduría, limpia y sencilla como un día de sol, ese cielo azul de invierno, es la misma que la de todos los grandes hombres, buenos hombres, que ha engendrado la humanidad. De todo hay en la viña del señor, o más en el lenguaje de la calle, hay gente pató, es por ello que es necesario preguntarse de qué aguas bebe el mundo para que éste vaya como va. Recuerdo que de adolescente, siendo ya ateo, leía con cierta frecuencia los Evangelios; era lo que más a mano tenía para cultivar el huerto de mi propia persona. Formar ladrillo a ladrillo nuestra personalidad con lecturas, con reflexiones. ¿No somos acaso nosotros lo más importante del mundo para nosotros mismos? ¡Cómo no dedicar entonces largas horas a esta tarea, lecturas, reflexiones, pensamientos que encaucen la rusticidad primera de nuestro yo, que ayuden a llevar las aguas de nuestra personalidad por el sendero que nosotros mismos diseñamos, no por el que la casualidad, el ambiente o la desaprensión y los intereses ajenos quieren llevarnos! 

Nadie da duros a pesetas. Por eso no me imagino que la personalidad de Mujica tal cual la vemos hoy haya salido de la casualidad de una genética. Las plantas necesitan abono, agua y sol. Nosotros necesitamos libros, gente que nos oriente, trabajo personal para ser mejores. Qué maravillosa sencillez ayer esa que destilaban las palabras y la expresión de Mujica y Lucía, su mujer, ejemplos vivos de una vida con sentido profundo hecha de los materiales nobles de la sencillez y la consideración hacia los otros. 

Epicteto: “Porque lo que está en juego en esta vida no es el poder, sino el conocimiento y la sabiduría que conduce a la autonomía individual. A ser uno mismo”.

Y más : «Sólo los instruidos son libres».

Una más: “¿Qué piensas que habría sido de Heracles si no hubiesen existido el león y la hidra y la cierva y el jabalí y unos cuantos hombres malvados y salvajes, a los que aquél expulsó y de los que limpió el mundo? ¿Qué habría hecho si no hubiese existido nada de eso? ¿No es verdad que se habría dedicado a dormir, bien arropado?”

¿Qué pensamos que podríamos ser, haber sido, si nuestras vidas hubieran ido al socaire de las circunstancias, sin reflexión, sin creencias a las que alimentar, sin criterio, sin libros en los que beber y ampliar nuestros conocimientos, sin lecturas con las que nutrir nuestra alma? 

La cultura es hija del tiempo perdido, decía ayer Pepe Mujica en su entrevista. Perder el tiempo entre las páginas de los libros para enriquecernos por dentro. Decía en una entrevista Manuela Carmena que los políticos no leen. No parecen tener tiempo para semejantes zarandajas. Así nos va. Estos días recuerdo con frecuencia el rostro de Mujica con el que había encabezado el post de días atrás; me detengo, le miro y entiendo que ese rostro, esa actitud, ese modo de mirar a la cámara, lo dice todo. Colocad ese rostro junto al del ególatra ese de EEUU y su consejero, colocadlo frente a todos esos individuos que rigen el mundo desde sus mentes enfermas y decid en cual de esos rostros está la verdad, la bonhomía, la justicia. El mundo está ciego, no sabe ver, no sabe distinguir la excelencia del hombre de la basura. Hay quien prefiere hozar entre la basura y convivir con ella en lugar de vivir la plenitud de la humildad y la justicia.

¿Por qué nos resultará a todos tan atractiva la persona de Mujica?


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