viernes, 10 de abril de 2020

Sentirse comunidad



El Chorrillo, 10 de abril de 2020

Estábamos durante la comida comentando las cosas del día y en algún momento le tocó el turno a Serranillos. Victoria todavía no conocía la idea del ayuntamiento de repartir mascarillas a todos los vecinos puerta a puerta en los próximos días y se lo comenté. Estos tíos son la leche, le dije, y acto seguido pensé que naturalmente a nosotros que vivimos fuera del núcleo urbano no llegarían. Qué le vamos a hacer, le dije. Y enseguida se me ocurrió hacerles un guiño a los del ayuntamiento, así que me fui a su página del FB y se lo hice, no sin antes darle mis gracias por su iniciativa. Pero no paró ahí la cosa. No soy aficionado a leer comentarios y menos cuando son tan numerosos, se acercaban al centenar, pero esta vez me picó la curiosidad y me entretuve un rato en repasarlos. Pronto me llamó la atención que además de los más previsibles, y lógicos, hubiera un numeroso grupo de ellos en donde los vecinos se extendían en argumentos y agradecimientos sin número.
Ahí es donde me surgió la idea de escribir estas líneas. De repente ya no me sentí un vecino aislado que vivía con otros vecinos en una determinada parte del territorio nacional; después de leer estos comentarios y recordar otros muchos en días pasados, que respondían a las diferentes iniciativas que el ayuntamiento había ido tomando a lo largo del último mes desde que el covid-19 invadió el país, tuve la sensación por primera vez, sí, por primera vez, de sentirme vinculado afectivamente a la comunidad en que vivía y se expresaba como tal. Uno vive en muchos frentes al cabo del día, el trabajo, las actividades de ocio, los deportes, las asociaciones culturales, lo que sea, pero es en el pueblo en que vivimos donde mayormente se desarrolla nuestra proyección social, en él y junto a nuestros vecinos pasamos una gran parte de la existencia. ¡Ea!, era obvio que con la convivencia no se podía jugar, que la convivencia, la buena convivencia, debería ser uno de los fundamentos esenciales de nuestro vivir diario.
Vuelvo a los comentarios a que me refería al principio. Ya me había sucedido días atrás leyendo algunas respuestas de los vecinos a las iniciativas de la corporación municipal, pero hoy pasó que la cosa me emocionó algo más. Empecé a comprender un aspecto que nada tiene que ver con lo que el ayuntamiento físicamente ha hecho o dejado de hacer en estos años, era algo mucho más profundo que se destilaba a través de los comentarios y la reacción de los vecinos ante alguna de las iniciativas del equipo de gobierno. El calor de algunas respuestas, las gracias, los enhorabuenas, las felicitaciones y, en particular, algunos comentarios, lo que me comunicaban era algo tan insólito como que en el pueblo estaba creciendo, al amparo de las actuaciones municipales, un clima de convivencia y de calor humano que me dejaba el ánimo un tanto tocado. Apenas sin darme cuenta empecé sentir que un hilo de emoción empezaba a correr por dentro de mí. Uno, con los años se hace un tanto escéptico, casi es ley de vida, pero cuando ve que las acciones de gobierno son capaces de suscitar este clima de solidaridad, de entrega de tantos que ofrecen su ayuda a otros vecinos, este clima que invita a compartir y echar una mano al que lo necesita, este clima que nos lleva a aplaudir desde las ventanas, o que observa la actuación de la policía local o protección civil, pues la verdad es que se siente un cierto gustirrinín por ello.
Y obviamente, no son estas líneas hoy para seguir aplaudiendo al ayuntamiento, que bien se lo merece y que pueden irse a la cama con la conciencia satisfecha, hoy de lo que a uno le entran ganas es de aplaudir a los que aplauden, a los que están creando un clima de convivencia en el pueblo con su hacer desde sus casas digno de un mundo utópico que hubiera sido difícil imaginar en otras circunstancias. Quizás no sea el momento de decir aquello de que no hay mal que por bien no venga, pero es un hecho que las dificultades están haciendo salir de nosotros lo mejor. “Qué ganas tengo de darte un abrazo”, replicaba yo como título de un post el otro día, de un twit que me había encontrado en la red, de un vecino que desde el balcón de su casa hablaba con otro vecino en el lado opuesto de la calle y con el que nunca había cruzado una palabra antes, diciéndole eso, que qué ganas tenía de darle un abrazo. Algo así me sucede a mí cuando leo algunos comentarios o cuando descubro a una antigua alumna que me saluda desde el balcón del FB, al reconocerme como su antiguo profesor después de treinta años.
Sí, y pienso en cuántos de nosotros, yo mismo, no albergamos desde nuestro encierro ese deseo de abrazar al vecino de enfrente. Ni el fabulador más portentoso hubiera podido imaginar esta cantidad de cariño y buen hacer que las circunstancias actuales están promoviendo en nosotros. Convencido estoy de que todos somos mejores personas que hace un mes y medio.




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