El
Chorrillo, 24 de enero de 2025
Días
atrás, en la despedida del Torrero, tuve un interesante encuentro con un hombre
de muy variadas inquietudes con quien encontré el gusto de charlar un buen
rato. Quienes leen de tanto en tanto este blog conocen mi afición a pegar la
hebra alrededor de cualquier tema interesante que se me ponga delante, un hecho
que practico con asiduidad en este blog. Una gimnasia mental que además de un
entrenamiento es una respuesta a mi inquietud por comprender la realidad y el
mundo en el que vivo.
Vengo
defendiendo desde mucho tiempo atrás que ser “inteligente” implica montárselo
especialmente bien en la vida; más, intentar de hacer de la vida un arte me
parece el máximo exponente de una inteligencia a prueba de bombas. Bien, esta
noche después de encender el fuego de la chimenea lo primero que hice fue abrir
el libro de Tino, Tino Bosquet, la persona con la que accidentalmente pegué la
hebra en Canto Cochino. Si libro me esperaba en la mesita de madera de la
cabaña desde hacía tres o cuatro horas. El mensajero de Amazon había tenido que
salvar el barro para llegar a nuestra casa, siempre con problemas cuando llueve
en abundancia, pero animoso él no dudó en atravesarlo para depositar el libro
de Tino en mis manos.
Lo
primero que llama la atención en su libro, hasta donde he llegado, página 28,
es una afirmación toda ella en mayúsculas que dice
Me vino
a la cabeza porque Tino pareciera desde el principio de su libro establecer
algún tipo de correlación entre lo que él entiende por inteligencia, mejor
dicho la falta de inteligencia y la estupidez. La persona que escribe el
prólogo cita a José Antonio Marina que en La inteligencia fracasada escribe:
“Si la inteligencia es nuestra salvación, la estupidez es nuestra gran amenaza
(…) La historia de la estupidez abarcar gran parte de la historia humana…”. A
raíz de lo cual uno intuye por donde pueden ir los tiros de ese concepto de
inteligencia que se esboza en las primeras páginas.
Desde
las primeras líneas el autor trata de cuestionar el concepto inteligencia. Si
nos atenemos a los resultados de un test de inteligencia ¿consideraríamos a
Stalin o Hitler, ambos unos monstruos por la humanidad, escribe, como muy inteligentes o como poco inteligentes?
Es por aquí por donde empecé a disentir de Tino. No me cuadraba que la
inteligencia tuviera que ver con la bondad o maldad de nuestros actos. Sí, por
lo expuesto anteriormente en consideración a lo que yo entiendo por
inteligencia desde el punto de la moralidad
y el estar en paz con uno mismo y con los demás, pero no en el sentido
que reserva
En un
plano diferente a este concepto de inteligencia, un plano que lo relaciona con
una moral, una filosofía de la vida que tienda al bienestar de los sapiens,
quizás valdría esa insistencia con la que el autor relaciona la inteligencia y
el comportamiento . Valorar la inteligencia en relación con “el bien” o “el
mal”, puede servir motu propio para decir que los tantos superricos son unos
verdaderos borrico, algo que yo he sostenido algunas veces. En contraposición
Pepe Mujica, Noam Chomsky o Henry Thoreau serian inteligentes. Pero ello
considerando fines subjetivos vinculados a una filosofía de la vida humanista
que busca el bienestar general. Yo mantengo que Aznar es un borrico porque no
teniendo idea de que se va a morir desperdicia la oportunidad de irse a la cama
con una meridiana tranquilidad de espíritu, que es lo que sucede a las personas
“inteligentes” que hacen de su vida un arte. Pero inteligente sin comillas lo
es sin duda, tiene unas capacidades, pese a ser un pobre borrico, que han hecho
posible un estatus de consideración entre el mundo de la derecha política del
país.
Relacionar la moral con la inteligencia puede servir a aquel que piensa en términos de calidad de vida, de lo que te hace estar satisfecho de ti mismo, nada que ver con obtener riqueza o poder (ver mi último post) .Pero para ello habría que redefinir el término inteligencia, inteligencia práctica, equivalente a sabiduría de la vida, la que te lleva a la paz interior y a la empatía con el género humano. Y aún así el término dejaría de ser objetivo en el uso común que hacemos de la lengua, para convertirse en una especie de lenguaje moral. Lo inteligente es comportarse así o de la otra manera. Algo que no cuadra con los estándares del concepto.
Tengo
la impresión, cuando leo este primer capítulo, que Tino tiene siempre presente,
cuando habla de inteligencia, un concepto preciso de moral, que obviamente esta
vinculado con el hecho de ser o no inteligente. La dicotomía
inteligente/estúpido se podría aplicar en relación con cierta filosofía de la
vida o de consideración práctico íntima, pero sería utilizar el término
inteligencia en un sentido restrictivo. Definir lo que sea la inteligencia
sería un paso imprescindible para saber de qué estamos hablando. Debo decir que
en absoluto estoy capacitado para hacer una crítica de un libro, Dios me libre,
y que por tanto estas líneas deben entenderse como un rato más de reflexión
sobre lo leído. Escribe Tino que “desvincular los inventos del hombre de un
juicio sobre la inteligencia que los informa (…) obstaculiza su valoración como
creaciones útiles o perversas para la humanidad”. Lo obstaculiza ¿y…?
¿Tendremos por ello que vincular la capacidad de pensar, analizar, crear con el
hecho de que lo que hacemos sea bonancible o perverso?
Hay en
esta parte de su libro, página 27, una afirmación como me parece una
contradicción en términos. Escribe Tino: “Afortunadamente han existido y
existen investigadores que han dicho cosas realmente inteligentes”. Y como más
adelante cita a Einstein como ejemplo, no tengo más remedio que poner en
cuestión su afirmación. ¿Es inteligente o estúpido el descubrimiento de la
energía nuclear? ¿Podría decirse según el criterio del autor que esas cosas
realmente inteligentes lo son si tenemos en cuenta Hirosima y Nagasaki? O en
ese caso lo inteligente o no debe caer en los hombros de quienes hacen uso
inadecuado de los descubrimientos de Einstein? Cita Tino a Einstein: “El éxito
en las cosas realmente importantes no es una cuestión de sagacidad o de
astucia, sino una cuestión de honestidad y de confianza”. De buenas intenciones
están empedrados los caminos del Infierno. ¿Fue Einstein inteligente, según
Tino, o fue un auténtico zopenco pensando que con sus estudios de la energía
nuclear sus conciudadanos iba a hacer obras de caridad? ¿Era Einstein un
ingenuo? Evidentemente esto plantea un complejo problema entre el desarrollo
teórico de la física y sus aplicaciones prácticas. Einstein participó, aunque
indirectamente, en el inicio de un proceso que culminó en el desarrollo de las
armas nucleares.
Einstein firmó, junto con Leó Szilárd, la carta
dirigida al presidente Franklin D. Roosevelt en 1939, advirtiendo que Alemania
podría estar trabajando en una bomba nuclear y sugiriendo que Estados Unidos
debería investigar esta posibilidad. Esto contribuyó a la creación del Proyecto
Manhattan, que finalmente produjo las bombas usadas en Hiroshima y Nagasaki.
Después Einstein se arrepentiría de hacer sugerido a Roosevelt el desarrollo de
aquel arma mortífera. Escribió: “Si hubiera sabido que los alemanes no tendrían
éxito en desarrollar la bomba, no habría firmado la carta.”
En qué quedamos, le diría a Tino, según tu criterio de
inteligencia, ¿qué era Einstein, un hombre inteligente o un zopenco que
contribuyó con sus trabajos de investigación a los horrores de Hirosima y
Nagasaki y a hacer de aquella situación, totalmente injustificada, porque tanto
los japoneses como los alemanes tenían en aquel momento, un 6 y un 9 de agosto
de 1945, la guerra perdida, un trampolín con que convertir a Estados Unidos en
un imperialismo insaciable que en nuestros días se ve trágicamente incrementado
por la era Trump?
Y una nota al margen para rizar el rizo del dudoso
comportamiento ético de Einstein. ¿Era
Einstein inteligente, según los criterios de Tino, si tenemos en cuenta su
comportamiento con su esposa, frialdad, subestima como científica, aquellas
estrictas condiciones que le impuso: encargarse de las tareas domésticas sin esperar
reciprocidad emocional, evitar contacto físico no deseado y no interferir en su
trabajo. ¿Se le puede llamar inteligente, según el criterio del autor, a una
persona que se comporta así. Existen personajes en la historia que pensando que
son inteligentes, siempre según el criterio del libro que leo, son unas
verdaderas calamidades. Jean-Jacques Rousseau era uno de ellos; escribió el Emilio,
todo un manual de pedagogía de buenas intenciones, pero dejó a todos sus
hijos en el hospicio y el trato que daba a su mujer era totalmente despreciable.
Una aportación sobre la inteligencia, un buen libro con el que conversar, esos libros que me
gustan y que lleno de subrayados y anotaciones y en donde la lectura se parece
mucho a una tertulia en donde autor y lector en el proceso de leer se embarcan
en una rica dialéctica que por supuesto ayuda a mejorar nuestra concepción de
la realidad.
Mi querido Alberto, comparto lo que dices, y es justamente por eso, por lo que mantengo que la persona inteligente no existe, se refiera a quien se refiera, se llame Einstein, Rousseau o Elon Musk. Solo has llegado a la página 28 de mi libro. Quizás cuando lo acabes de leer, comprobarás que, por lo que hasta ahora has dicho, no tenemos discrepancia.
ResponderEliminarQue rengas un muy feliz dia!
Qué bueno poder charlar e intercambiar ideas, esa gimnasia imprescindible para intentar entender lo que somos, lo que es la vida y el universo entero. Una incógnita que en la que según vas desbrozando el camino te hace sentir más y más el íntimo calor que se desprende de la vida. Ese arte de que hablaba Oscar Wilde.
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