jueves, 23 de enero de 2025

“La persona inteligente no existe”

 



El Chorrillo, 24 de enero de 2025

Días atrás, en la despedida del Torrero, tuve un interesante encuentro con un hombre de muy variadas inquietudes con quien encontré el gusto de charlar un buen rato. Quienes leen de tanto en tanto este blog conocen mi afición a pegar la hebra alrededor de cualquier tema interesante que se me ponga delante, un hecho que practico con asiduidad en este blog. Una gimnasia mental que además de un entrenamiento es una respuesta a mi inquietud por comprender la realidad y el mundo en el que vivo.

Vengo defendiendo desde mucho tiempo atrás que ser “inteligente” implica montárselo especialmente bien en la vida; más, intentar de hacer de la vida un arte me parece el máximo exponente de una inteligencia a prueba de bombas. Bien, esta noche después de encender el fuego de la chimenea lo primero que hice fue abrir el libro de Tino, Tino Bosquet, la persona con la que accidentalmente pegué la hebra en Canto Cochino. Si libro me esperaba en la mesita de madera de la cabaña desde hacía tres o cuatro horas. El mensajero de Amazon había tenido que salvar el barro para llegar a nuestra casa, siempre con problemas cuando llueve en abundancia, pero animoso él no dudó en atravesarlo para depositar el libro de Tino en mis manos.

Lo primero que llama la atención en su libro, hasta donde he llegado, página 28, es una afirmación toda ella en mayúsculas que dice LA PERSONA INTELIGENTE NO EXISTE. No sé si se trata de carnaza echada al lector para invitarle a desentrañar algún tipo de paradoja. Me recordaba en cierto modo ese tipo de afirmaciones que en la cultura zen se presentan como enigmáticas, los koans. “¿Cuál es el sonido de una mano aplaudiendo?”. ¿Qué querría decir Tino con esa rotunda afirmación que rompe los esquemas de lo que conocemos como persona inteligente? Intriga, anda y sigue leyendo si quieres enterarte. Desde el principio de lo que llevo leído lo primero que me vino a la cabeza fueron dos libros que leí el pasado otoño, Breve tratado sobre la estupidez humana, de Ricardo Moreno Castillo y Las leyes fundamentales de la estupidez humana, éste del italiano Carlos M. Cipolla. Como se ve mi interés por la estupidez es notorio. Y es que me da escalofríos pensar en que mi propia estupidez, tan arraigada en el ser humano, pueda asomar las orejas en mi comportamiento con los demás, eso si no se me cuela entre tantos párrafos que día a día voy incorporando a este blog.

Me vino a la cabeza porque Tino pareciera desde el principio de su libro establecer algún tipo de correlación entre lo que él entiende por inteligencia, mejor dicho la falta de inteligencia y la estupidez. La persona que escribe el prólogo cita a José Antonio Marina que en La inteligencia fracasada escribe: “Si la inteligencia es nuestra salvación, la estupidez es nuestra gran amenaza (…) La historia de la estupidez abarcar gran parte de la historia humana…”. A raíz de lo cual uno intuye por donde pueden ir los tiros de ese concepto de inteligencia que se esboza en las primeras páginas.

Desde las primeras líneas el autor trata de cuestionar el concepto inteligencia. Si nos atenemos a los resultados de un test de inteligencia ¿consideraríamos a Stalin o Hitler, ambos unos monstruos por la humanidad, escribe,  como muy inteligentes o como poco inteligentes? Es por aquí por donde empecé a disentir de Tino. No me cuadraba que la inteligencia tuviera que ver con la bondad o maldad de nuestros actos. Sí, por lo expuesto anteriormente en consideración a lo que yo entiendo por inteligencia desde el punto de la moralidad  y el estar en paz con uno mismo y con los demás, pero no en el sentido que reserva la RAE a la inteligencia, es decir: “Capacidad de entender o comprender. entendimiento, intelecto, talento, raciocinio, mente, conocimiento, ingenio, pensamiento, razón, perspicacia, etc.”.

En un plano diferente a este concepto de inteligencia, un plano que lo relaciona con una moral, una filosofía de la vida que tienda al bienestar de los sapiens, quizás valdría esa insistencia con la que el autor relaciona la inteligencia y el comportamiento . Valorar la inteligencia en relación con “el bien” o “el mal”, puede servir motu propio para decir que los tantos superricos son unos verdaderos borrico, algo que yo he sostenido algunas veces. En contraposición Pepe Mujica, Noam Chomsky o Henry Thoreau serian inteligentes. Pero ello considerando fines subjetivos vinculados a una filosofía de la vida humanista que busca el bienestar general. Yo mantengo que Aznar es un borrico porque no teniendo idea de que se va a morir desperdicia la oportunidad de irse a la cama con una meridiana tranquilidad de espíritu, que es lo que sucede a las personas “inteligentes” que hacen de su vida un arte. Pero inteligente sin comillas lo es sin duda, tiene unas capacidades, pese a ser un pobre borrico, que han hecho posible un estatus de consideración entre el mundo de la derecha política del país.

Relacionar la moral con la inteligencia puede servir a aquel que piensa en términos de calidad de vida, de lo que te hace estar satisfecho de ti mismo, nada que ver con obtener riqueza o poder (ver mi último post) .Pero para ello habría que redefinir el término inteligencia, inteligencia práctica, equivalente a sabiduría de la vida, la que te lleva a la paz interior y a la empatía con el género humano. Y aún así el término dejaría de ser objetivo en el uso común que hacemos de la lengua, para convertirse en una especie de lenguaje moral. Lo inteligente es comportarse así o de la otra manera. Algo que no cuadra con los estándares del concepto.

Tengo la impresión, cuando leo este primer capítulo, que Tino tiene siempre presente, cuando habla de inteligencia, un concepto preciso de moral, que obviamente esta vinculado con el hecho de ser o no inteligente. La dicotomía inteligente/estúpido se podría aplicar en relación con cierta filosofía de la vida o de consideración práctico íntima, pero sería utilizar el término inteligencia en un sentido restrictivo. Definir lo que sea la inteligencia sería un paso imprescindible para saber de qué estamos hablando. Debo decir que en absoluto estoy capacitado para hacer una crítica de un libro, Dios me libre, y que por tanto estas líneas deben entenderse como un rato más de reflexión sobre lo leído. Escribe Tino que “desvincular los inventos del hombre de un juicio sobre la inteligencia que los informa (…) obstaculiza su valoración como creaciones útiles o perversas para la humanidad”. Lo obstaculiza ¿y…? ¿Tendremos por ello que vincular la capacidad de pensar, analizar, crear con el hecho de que lo que hacemos sea bonancible o perverso?

Hay en esta parte de su libro, página 27, una afirmación como me parece una contradicción en términos. Escribe Tino: “Afortunadamente han existido y existen investigadores que han dicho cosas realmente inteligentes”. Y como más adelante cita a Einstein como ejemplo, no tengo más remedio que poner en cuestión su afirmación. ¿Es inteligente o estúpido el descubrimiento de la energía nuclear? ¿Podría decirse según el criterio del autor que esas cosas realmente inteligentes lo son si tenemos en cuenta Hirosima y Nagasaki? O en ese caso lo inteligente o no debe caer en los hombros de quienes hacen uso inadecuado de los descubrimientos de Einstein? Cita Tino a Einstein: “El éxito en las cosas realmente importantes no es una cuestión de sagacidad o de astucia, sino una cuestión de honestidad y de confianza”. De buenas intenciones están empedrados los caminos del Infierno. ¿Fue Einstein inteligente, según Tino, o fue un auténtico zopenco pensando que con sus estudios de la energía nuclear sus conciudadanos iba a hacer obras de caridad? ¿Era Einstein un ingenuo? Evidentemente esto plantea un complejo problema entre el desarrollo teórico de la física y sus aplicaciones prácticas. Einstein participó, aunque indirectamente, en el inicio de un proceso que culminó en el desarrollo de las armas nucleares.

Einstein firmó, junto con Leó Szilárd, la carta dirigida al presidente Franklin D. Roosevelt en 1939, advirtiendo que Alemania podría estar trabajando en una bomba nuclear y sugiriendo que Estados Unidos debería investigar esta posibilidad. Esto contribuyó a la creación del Proyecto Manhattan, que finalmente produjo las bombas usadas en Hiroshima y Nagasaki. Después Einstein se arrepentiría de hacer sugerido a Roosevelt el desarrollo de aquel arma mortífera. Escribió: “Si hubiera sabido que los alemanes no tendrían éxito en desarrollar la bomba, no habría firmado la carta.”

En qué quedamos, le diría a Tino, según tu criterio de inteligencia, ¿qué era Einstein, un hombre inteligente o un zopenco que contribuyó con sus trabajos de investigación a los horrores de Hirosima y Nagasaki y a hacer de aquella situación, totalmente injustificada, porque tanto los japoneses como los alemanes tenían en aquel momento, un 6 y un 9 de agosto de 1945, la guerra perdida, un trampolín con que convertir a Estados Unidos en un imperialismo insaciable que en nuestros días se ve trágicamente incrementado por la era Trump?

Y una nota al margen para rizar el rizo del dudoso comportamiento ético de  Einstein. ¿Era Einstein inteligente, según los criterios de Tino, si tenemos en cuenta su comportamiento con su esposa, frialdad, subestima como científica, aquellas estrictas condiciones que le impuso: encargarse de  las tareas domésticas sin esperar reciprocidad emocional, evitar contacto físico no deseado y no interferir en su trabajo. ¿Se le puede llamar inteligente, según el criterio del autor, a una persona que se comporta así. Existen personajes en la historia que pensando que son inteligentes, siempre según el criterio del libro que leo, son unas verdaderas calamidades. Jean-Jacques Rousseau era uno de ellos; escribió el Emilio, todo un manual de pedagogía de buenas intenciones, pero dejó a todos sus hijos en el hospicio y el trato que daba a su mujer era totalmente despreciable.

Una aportación sobre la inteligencia, un buen libro con el que conversar, esos libros que me gustan y que lleno de subrayados y anotaciones y en donde la lectura se parece mucho a una tertulia en donde autor y lector en el proceso de leer se embarcan en una rica dialéctica que por supuesto ayuda a mejorar nuestra concepción de la realidad.

 

 

 

 

 

 

 


2 comentarios:

  1. Mi querido Alberto, comparto lo que dices, y es justamente por eso, por lo que mantengo que la persona inteligente no existe, se refiera a quien se refiera, se llame Einstein, Rousseau o Elon Musk. Solo has llegado a la página 28 de mi libro. Quizás cuando lo acabes de leer, comprobarás que, por lo que hasta ahora has dicho, no tenemos discrepancia.
    Que rengas un muy feliz dia!

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    1. Qué bueno poder charlar e intercambiar ideas, esa gimnasia imprescindible para intentar entender lo que somos, lo que es la vida y el universo entero. Una incógnita que en la que según vas desbrozando el camino te hace sentir más y más el íntimo calor que se desprende de la vida. Ese arte de que hablaba Oscar Wilde.

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